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martes, 15 de junio de 2010
Lo primero es la inclusión social
(Nota de opinión publicada en el diario Clarín el martes 14 de junio de 2010)
Por Daniel Arroyo
La agenda social en la Argentina tiene cinco problemas centrales a resolver en los próximos años: a) la pobreza extrema que alcanza al 10% de la población; b) la informalidad económica que abarca al 40% de los que trabajan; c) la desigualdad que marca una diferencia de 28 a 1 entre el 10% más rico y el 10% más pobre; d) los jóvenes que no estudian ni trabajan; y e) la vida en los grandes centros urbanos en los que está radicado el 70% de la población y en donde el hacinamiento, la precariedad laboral, la pobreza y la violencia conviven de manera cotidiana.
En este contexto, hay tres factores determinantes en la lucha por la inclusión social. Por un lado, la extensión de las asignaciones familiares y la posibilidad de incrementar o no los 180 pesos por hijo.
Por el otro, la inflación, que complica este esquema porque el aumento de precios en los alimentos podría llegar a ser de entre 25% y 30% este año. Finalmente, la dinámica que tengan los sectores productivos que logran incluir a los sectores pobres (textil, calzado, curtiembres, frigoríficos, metalmecánico y construcción).
Es muy positiva la extensión de la Asignación por Hijo, porque rompe con un esquema muy desigual, en el que cobraban ese derecho sólo quienes tenían trabajo formal o quienes lograban deducirlo del impuesto a las ganancias. Ahora hay que avanzar en un programa progresivo de universalización para llegar a los niños y jóvenes que hoy no acceden porque sus padres no están en el trabajo formal. El desafío aquí es ir a buscar a la población “que no se mueve”. A aquellos que no aparecen en las bases de datos y que sólo se los puede identificar a través de las escuelas, en los centros de salud y a partir de la red de organizaciones sociales y comedores comunitarios.
El siguiente paso debería sancionar una ley que permita marcar un piso de ciudadanía en la Argentina. Uno de los problemas más fuertes radica, sin dudas, en el drama que sufren los jóvenes de 16 a 24 años que no estudian ni trabajan (sean 900.000 ó 500.000 son un montón). La resolución de este tema es clave para comprender qué país queremos para los próximos años. Es necesario un gran acuerdo social que ponga el acento en la inclusión de los jóvenes con programas de becas y apoyo económico.
Los jóvenes sólo creen en los que ven cotidianamente y no respetan tanto a las instituciones como a algunas personas específicas (la maestra que tiene buena onda, algún pibe de la esquina, algún referente vecinal, algún técnico de club de barrio). Hay que potenciar una red de tutores creíbles a los que sientan que no tienen que fallarles, y que puedan ayudarlos a sostenerse en su tarea laboral o en la escuela.
También hace falta lograr una efectiva masificación de los sistemas de microcrédito, que logren así llegar a los casi cuatro millones de cuentapropistas que tienen tecnología atrasada y, por tanto, interactúan mal con el mercado. Por ejemplo, un carpintero que no accede a una sierra circular y no puede hacer muebles a medida; o un mecánico que no puede comprar una computadora para atender los autos con motores a inyección. Tenemos hoy pobreza con endeudamiento: las personas toman crédito por fuera del sistema bancario a tasas muy altas, porque es lo único que tienen.
En los grandes centros urbanos es donde se concentra la pobreza en la Argentina.
Ha aumentado la bronca social y no quiere decir que esa persona tenga menos ingresos de lo que tenía en 2003.
La desigualdad es la sensación de “la ñata contra el vidrio”, de la bronca de que la distancia entre el que no tiene nada y el que tiene todo es de cuatro o cinco cuadras.
La problemática del conurbano excede, por mucho, las capacidades de los municipios y del Estado provincial. Es un problema estructural y de índole nacional en la medida en que once millones de personas se concentran en menos del 1% del espacio físico total del país generando tensiones muy diversas. Por tanto, requiere una escala muy amplia de recursos y que debe salir de un nuevo esquema de coparticipación federal o de la puesta en marcha de un fondo específico .
En definitiva, hoy la sociedad está desenganchada de la política. A diferencia de lo que ocurría en los años 90, la clase política tiene más peso en la toma de decisiones, pero está faltando un vínculo cotidiano con la sociedad. A la política le falta generar un proyecto con horizonte de futuro.
La Argentina es un país que tiene todo: recursos naturales, personas capacitadas, territorio, una sociedad relativamente integrada y mucho porvenir.
En función de lo que hagamos en los años que siguen vamos a poder construirla de cara al Bicentenario. El contexto internacional parece darnos una nueva oportunidad.
(ilustración: http://www.horaciocardo.com/cardo.asp)