sábado, 24 de julio de 2010

“La cuestión social continúa siendo un problema de mayorías”


(Entrevista a Daniel Arroyo, publicada en el diario La Voz del Interior de Córdoba, el sábado 24 de julio de 2010)

Ex viceministro de Desarrollo Social de la Nación y ex ministro de la misma área en el gobierno bonaerense de Daniel Scioli, Daniel Arroyo es un experto en políticas sociales que cree que el kirchnerismo trajo importantes avances al país en esa materia, pero que ahora son necesarias nuevas y mejores medidas.
Invitado por el Frente Cívico, hoy compartirá sus conocimientos con dirigentes y cuadros técnicos del juecismo que se reunirán en Villa Carlos Paz para conformar una agenda pública de políticas sociales. Ayer, recién llegado a Córdoba, admitió ante este diario que hoy no se reconoce alineado con una figura de la política nacional, aunque le adjudica logros al kirchnerismo como la asignación universal por hijo.

–¿Está enrolado en el “kirchnerismo crítico”?
–Yo me ubicaría en el sector de los que creen que se está cerrando una etapa y que hay que hacer otro tipo de política para adelante, en especial en el área de mi incumbencia, donde creo que la asignación universal por hijo es una gran medida que marca un piso de ciudadanía y que cierra una etapa. Ahora viene una discusión sobre lo que hay que hacer en los próximos años y mi tarea es ayudar en ese debate para establecer hacia dónde hay que dirigir los esfuerzos y los recursos.
–¿Cuál es hoy el verdadero mapa social de la Argentina?
–Hay seis problemas bien identificados. El primero es la pobreza extrema, un 10 por ciento de las personas que viven como si estuvieran en el siglo 19, en casillas sin piso, a las que no le llega el crecimiento económico. El segundo problema es que el 40 por ciento de la gente que trabaja lo hace en negro, en el sector informal; no tiene obra social, no sabe si se va a jubilar, no accede al crédito. Es pobreza con trabajo. El tercer problema es la desigualdad: la diferencia entre el 10 por ciento más rico y el 10 por ciento más pobre que en el ‘70 era 7 a 1, y ahora es de 31 a 1. Ha mejorado respecto de 2001 cuando llegó a ser de 41 a 1, pero de todas maneras sigue habiendo mucha desigualdad.
–¿Es esa desigualdad la que genera tanta violencia?
–Estoy convencido de que es así. La desigualdad es la fuente de violencia y de conflicto, en Córdoba, en el conurbano bonaerense, en Rosario y en todas las grandes ciudades. Eso explica el malhumor social que permanece a pesar de la mejora.
–¿El cuarto problema social de la Argentina?
–El grupo que conforman los jóvenes de entre 16 y 24 años que no estudia ni trabaja. Yo creo que son 900 mil, a pesar de que la estadística oficial dice que son 500 mil, que, de todas maneras es un número altísimo. Son pibes que no hacen nada o que no logran sostenerse en la escuela o en changas.
–¿Qué se ha hecho con ese grupo en todos estos años?
–Hoy hay programas para jóvenes, pero hay un problema de escala. Los programas abarcan a 100 mil jóvenes pero hay 900 mil que los necesitan. Llegamos con microcréditos a 200 mil personas pero las que los necesitan son cuatro millones. La problemática social en Argentina sigue siendo un problema de mayorías. Además, el problema con los jóvenes es que las empresas no toman jóvenes. Por eso hay que pensar en un incentivo fiscal importante para las empresas que les den trabajo.
–¿Algo así como el Plan Primer Paso que impulsó De la Sota en Córdoba?
–Sí, esa fue una buena experiencia, sólo que después tuvo algunos problemas con el reparto de las solicitudes en manos de punteros. Pero fue un programa positivo.
–Le faltan los otros dos problemas estructurales de la Argentina de hoy.
–Uno es el círculo vicioso en el que entran los pibes que no estudian ni trabajan en los grandes centros urbanos. Esto es: consumo de drogas, problemas de salud, endeudamiento, violencia, marginación social. Allí hay que volcar muchos recursos. Y el último gran problema es que hoy hay mucha debilidad en las instituciones de la sociedad civil en comparación con el Estado, que tiene muchos más recursos. Eso genera la relación clientelar que no permite cambiar estructuras.

Por Javier Cámara