(publicado en el semanario El Economista, viernes 18 de febrero de 2011)
En la Argentina hay 900.000 jóvenes de entre 16 y 25 años que no estudian ni trabajan. La economía genera cada vez menos empleo y cada vez más la demanda recae sobre la política asistencial
Hay una estadística que los especialistas repiten pero que nadie sabe muy bien de dónde sale. En la Argentina hay 900.000 jóvenes entre 16 y 25 años que no estudian ni trabajan. ¿Qué hacen? Están en la casa, van a dar un paseo, regresan, vuelven a salir. Algún trabajo, Internet, vuelven a la casa. Los referentes en políticas sociales manejan el mismo número desde hace algunos años. Y calculan que sólo 500.000 residen en la provincia de Buenos Aires. La gran mayoría en el Conurbano. Los especialistas también están seguros de otra cosa. Sin duda es el tema más difícil de resolver que tiene el país para los próximos años porque pesan demasiados interrogantes sobre si es posible atender todas sus demandas. ¿Puede brindárseles educación y formación a estos jóvenes y conseguirles un empleo? ¿La economía argentina está en condiciones de crear suficiente empleo para esta población? ¿La clase dirigente puede hacer algo por ellos?
En la Argentina y en el mundo
En la Argentina muchos jóvenes priorizan el estudio y eso se refleja en las estadísticas. La tasa de empleo promedio del mercado laboral argentino es de 67% para los varones mayores de 14 años y 43,5% para las mujeres. Pero entre los jóvenes de 15 a 29 años apenas alcanzaba el 50,7% para los varones y 32,6% para las mujeres. Los jóvenes en la Argentina duplican a los adultos en cualquier indicador social. Mientras que el nivel general de desempleo es 8% para la población económicamente activa, entre los varones de 15 a 29 años llega al 14% y entre las mujeres a 18%. Las estadísticas no muestran un cuadro en la Argentina muy distinto al de otros países. En Estados Unidos, por ejemplo, el desempleo entre los jóvenes de 17 y 24 años llegó a 18% en diciembre último. Y la tasa de desempleo para jóvenes en todo el mundo fue 12,6% en 2010 de acuerdo al informe Global Employment Trends 2011 que acaba de publicar en Ginebra la Organización Mundial del Trabajo. La proporción de jóvenes sin trabajo no parece ser un fenómeno en la Argentina muy distinto al que se ve en otras partes del mundo. En todo caso las tasas más altas se registran en Oriente Medio y Africa del norte (superiores al 25%). Por el contrario, en Asia se observan tasas de un dígito. La Argentina, y el Mercosur en general, muestran un comportamiento similar al del resto de la región. También en la Argentina se da un fenómeno parecido al del resto del mundo: cada vez más jóvenes, desalentados, abandonan la búsqueda de un empleo. Según el trabajo de la OIT, en 2010 la cantidad de personas que buscaron empleo el año pasado disminuyó en 1,7 millones.
Hoy ¿qué hago?
El fenómeno del desempleo en los jóvenes es el mismo en la Argentina y en el resto de los países. Lo que difiere básicamente es la magnitud en cada economía. Sin embargo hay otras dos diferencias. Una es qué sucede con estas personas. Y la otra es la respuesta de la política y de la economía. Con respecto a la primera, en la Argentina, la proporción de jóvenes que no estudia ni trabaja es muy alta si se la compara en relación a países desarrollados. Según reveló un trabajo que hizo hace poco la Universidad Católica en base a datos del INDEC y la Organización Económica para la Cooperación y el Desarrollo, mientras ese porcentaje en la Argentina llega a 25% en otros países es bastante más bajo. Más allá de los casos de Italia (21%) y Francia (19%), el promedio de jóvenes que no estudian ni trabajan se ubica en el 11% y algunos países –como Suiza, Noruega, Holanda y Dinamarca– tienen tasas de un dígito. En la Argentina uno de cada cuatro jóvenes de entre 18 y 24 años no trabaja ni estudia.
La conclusión del trabajo de la UCA es que la situación de los jóvenes en la Argentina incluye “una alta proporción de jóvenes que no trabaja ni estudia; una relativamente baja proporción de jóvenes que trabajan y estudian; y una baja acumulación de aprendizaje y conocimientos”. Jorge Colina, economista del Instituto para el Desarrollo Social Argentino, opina que los países que presentan los mejores indicadores de inserción laboral juvenil han logrado estructurar un conjunto de herramientas que promueven y facilitan la transición del mundo educativo al mundo laboral. Uno de los elementos clave es que la educación media comprende diferentes modalidades educativas que combinan la formación general con una formación vocacional, orientada al desarrollo de competencias relevantes para la inserción laboral.
Desde la política
La respuesta de la política también varía por países. En los países más desarrollados hay programas y herramientas que funcionan desde hace décadas. Como en Europa, por ejemplo, donde el aumento del empleo entre los jóvenes fue absorbido por el sistema de protección social. En Estados Unidos, en cambio, el Gobierno enfrenta grandes desafíos y eso hace que muchos de los reclamos lleguen al propio Barack Obama. La creación de empleo suficiente sigue siendo una asignatura pendiente de su gestión. Daniel Arroyo, ex viceministro de Desarrollo Social, piensa que el problema de los jóvenes en la Argentina no es entender qué tarea deben realizar sino mantener una rutina laboral de ocho horas cuando muchos no han visto trabajar ni a su padre ni a su abuelo. “Los jóvenes sólo creen en aquellos a quienes ven cotidianamente y no respetan tanto a las instituciones como sí a algunas personas específicas: la maestra que tiene buena onda, algún pibe de la esquina, algún referente vecinal, algún técnico de club de barrio”. Arroyo está convencido de la necesidad de potenciar una red de tutores para los jóvenes a los que sientan que no tienen que fallarles y que puedan ayudarlos a sostenerse en su tarea laboral o en la escuela. “La tarea de la política no parece ser, precisamente, señalarlos con el dedo y echarles la culpa de la inseguridad sino, en todo caso, brindarles oportunidades para que puedan terminar la escuela secundaria y consigan un trabajo de calidad. La solución de este problema es central para saber qué país queremos para los próximos años”. El ex funcionario está a favor de crear un programa de $2.500 millones por año que brinde becas a jóvenes para capacitarlos en trabajos específicos. Pagarles un tutor para que los acompañe y darles a las empresas que tomen a esos chicos un incentivo fiscal. “Es cierto que en algún momento se quiso hacerlo y no funcionó. Pero el Estado hoy tiene mayor poder de control sobre la población y puede detectar mejor las irregularidades. El problema es de oferta y demanda. Jóvenes que se capaciten, empresas que los tomen y un tutor que los acompañe”.
El Ministerio de Trabajo gestiona desde hace años el plan Jóvenes con Más y Mejor Trabajo. Reciben $150 a cambio de un curso de capacitación.
Generación NENT
El trabajo de la UCA distingue dos factores que impiden el crecimiento de empleo para los más jóvenes en la Argentina. En primer lugar, el sistema educativo ofrece una pobre formación general y, salvo excepciones, los contenidos vocacionales son escasos o directamente inexistentes. En segundo lugar, los jóvenes que abandonan la escuela antes de tiempo suelen encontrar los empleos de peor calidad, que por lo general son trabajos en negro. “Esta situación configura un punto de partida de extrema precariedad y en muchos casos define también una trayectoria laboral con largos periodos de desempleo e inserciones intermitentes en el sector informal”. En la economía argentina casi una de cada dos personas que trabaja lo hace de manera informal. También es cierto que los empleos que se generan son, casi en su totalidad, en blanco. Pero el país lo que adolece hoy es una economía que no crea la cantidad suficiente de puestos de empleo. Y todo indica que no lo seguirá haciendo en los próximos años. El fenómeno parece que se generalizará cada vez más en las próximas generaciones y para ello abundan ya los nombres para referirse al tema. En la Argentina se utiliza cada vez el término de generación NENT para referirse a quienes no estudian ni trabajan. En Estados Unidos y Gran Bretaña son los NEET (“not in education, employment or training”). También existen otros términos para referirse a aquellos con problemas de inserción en el mercado laboral. Por ejemplos los ‘Boomeran’ son aquellos jóvenes que no salen de la academia, que van de curso en curso porque no pueden conseguir un empleo.