Por Daniel Arroyo
Tras ocho años de crecimiento sostenido, la economía argentina atraviesa un momento único de sus dos últimos siglos de historia. La creciente demanda internacional de alimentos por parte de los países del BRIC –especialmente, China e India- marca la tendencia de que el país seguirá su marcha ascendente en los próximos años. Se trata de una oportunidad excepcional, que brinda a los argentinos la posibilidad de dar un salto sustentable en la mejora de la situación social.
Una agenda de desarrollo social para la próxima década debe avanzar sobre diez ejes centrales. El primer punto, sin duda, es la pobreza estructural, que encuentra sus territorios más críticos especialmente en el NOA, el NEA y el conurbano bonaerense. En segundo lugar, se debe avanzar en políticas que combatan la informalidad y la precariedad laboral, que afecta a casi cuatro de cada diez argentinos. Tercero, las brechas de la desigualdad, que son particularmente profundas en los grandes centros urbanos.
Otro de los puntos clave de la agenda pasa por la inserción de los jóvenes de 16 a 24 años que ni estudian ni trabajan; y que, más allá de las cifras, se trata de un sector de la población que sufre no sólo la ausencia de oportunidades laborales y educativas sino también la falta de un horizonte que les permita proyectar sus vidas en el futuro. No sirven los programas aislados para resolver esta situación. Es un problema de mayorías que se resuelve con planes de gran escala, con una política en la estén involucrados todos los sectores de la población, bajo el liderazgo del Estado nacional.
Muchas veces, las situaciones de pobreza tienen que ver con la imposibilidad de acceder al capital. Por eso, en el caso de los pequeños emprendedores y los cuentapropistas, hay que repensar un sistema de crédito flexible y masivo, que permitan la renovación de las maquinarias y las herramientas con las que trabajan. El apoyo al cuentapropismo debe ser considerado un elemento clave, porque son los sectores que más posibilidades tienen de salir de la pobreza rápidamente y generan nuevas fuentes de trabajo en las propias comunidades. Un mecánico que logra acceder, a través de un crédito a tasas bajas, a una computadora que le permite atender a los motores a inyección no sólo mejorará la situación económica de su familia, sino que también empleará a un joven del barrio para que lo ayude a cubrir las nuevas demandas.
También queda claro, de acuerdo a los episodios de tomas de tierras recientes, que es necesario masificar el acceso al crédito a la vivienda para aquellos sectores que, aún trabajando, tienen ingresos insuficientes para lograr la financiación que requieren. Y, en el mismo sentido, el sexto punto radica en la extensión de los planes de infraestructura social y vivienda, que deben apuntar a la generación de espacios con mejor calidad de vida en los grandes centros urbanos, donde se conjugan problemas como el hacinamiento, la adicción, la violencia y la estigmatización de los jóvenes.
Por otra parte, hace falta avanzar en las estrategias de fortalecimiento de los niveles de atención primaria de la salud que eviten la sobrecarga en los hospitales. También hay que apuntar a la mejora de la calidad educativa, achicando las diferencias crecientes que se están observando entre ciertas escuelas privadas y las escuelas públicas. El noveno eje pasa por la descentralización de recursos a los gobiernos locales. Y, finalmente, por el fortalecimiento de las organizaciones de la sociedad civil, transfiriéndoles recursos para que puedan encarar sus propias acciones.
ETAPAS DE LA RESPONSABILIDAD SOCIAL
La escala de los problemas consignados requiere que el desarrollo social no pueda ser considerado sólo como un instrumento del Estado, sino que necesita del apoyo de todos los actores de la sociedad. Para ser realmente eficientes y tener verdadera incidencia territorial, las políticas sociales y de desarrollo local deben ser el resultado de la interacción entre el Estado, las empresas y las organizaciones de la sociedad civil. Resulta fundamental contar con el compromiso, la participación y la colaboración de todos los actores, con sus diversos recursos y la diversidad de sus puntos de vista.
En la Argentina, la responsabilidad social empresaria ha evidenciado un gran crecimiento en los últimos años, con mayor presencia del actor privado en la perspectiva de la inclusión social. Haciendo un análisis de lo ocurrido en las últimas décadas, se pueden observar tres grandes etapas del desarrollo de la RSE en el país. La primera etapa se vivió hasta el 2001, donde no había una experiencia de intervención estructurada, sino compromisos aislados de algunas empresas, acompañando el desarrollo de las comunidades locales. La segunda, luego del 2001, permite registrar que muchas empresas adoptan de forma efectiva y eficiente el esquema de la RSE. Es una etapa caracterizada por la asistencia y el apoyo directo para intervenir ante la emergencia y la magnitud de la crisis que vivía la Argentina por esos años.
En la tercera etapa, que comienza hacia el 2007 y vivimos en este momento, las empresas comienzan a trabajar sobre la promoción; y, básicamente, se centran en el otorgamiento de becas, microcréditos y capacitación laboral. Es en este momento cuando este enfoque empieza a tener impacto, contribuyendo de manera significativa en trasformar la realidad. En este esquema, se abren nuevos desafíos para la RSE en la Argentina, que pasan por lograr sustentabilidad en las acciones encaradas; el apoyo a las organizaciones que tienen legitimidad; y la experiencia de trabajo en las comunidades. En la Argentina hay 80.000 organizaciones sociales, y uno de los desafíos del sector empresario es apoyarlas con financiamiento y capacitación, para empoderar y fortalecer la sociedad civil.
LOS PROGRAMAS DE BECAS
Con el impulso del BBVA Banco Francés, de forma reciente desarrollé una investigación sobre los diferentes programas de becas diseñados e implementados por el Sector Privado y Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC), que permitió generar un diagnóstico y análisis situacional de los programas de becas escolares, terciarias y universitarias implementados en la Argentina.
La deserción escolar, registrada sobre todo en el nivel de enseñanza media, es resultado de varias cuestiones entre las que se encuentra la falta de ingresos de las familias para que sus hijos se sostengan en el sistema educativo. La beca, en la medida en que apunta a la transferencia de dinero, el acompañamiento a la escuela y el apoyo al alumno y su familia, es una de las acciones más concretas y efectivas para dar solución a este problema.
Dado que distintas empresas están crecientemente interesándose en la inversión social y cada vez más instituciones del ámbito privado invierten recursos en este tipo de iniciativas, se trata de un área de crecimiento que requiere ser estudiada y abordada desde distintos enfoques. Como señalamos, el sector privado ha ido modificando sus programas de RSE, evolucionando de la asistencia y la contención social hacia el apoyo del sistema educativo, sobre la idea de que es por esa dimensión, donde pasan los procesos de inclusión social reales para los próximos años.
Desde hace más de diez años, y sobre todo después de la crisis del 2001, las organizaciones de la sociedad civil y las empresas han comenzado a buscar alternativas de articulación con la educación y específicamente con la escuela. No sólo por la preocupación y la necesidad de mano de obra calificada, sino además y, no menos importante, en la respuesta a una demanda generalizada de invertir en acciones educativas que tengan efectos a largo plazo.
Otro aspecto relevante a destacar es el sistema de tutorías que, con diferentes modalidades, desarrollan la mayoría de los programas estudiados. El rol del tutor o encargado de seguimiento aparece en todo el análisis realizado como el engranaje central y fundamental en toda la estructura de los programas. La tutoría se presenta como una estrategia de andamiaje para sostener, acompañar, orientar la escolaridad y promover la inclusión de los jóvenes, encontrando los mejores modos de tornar significativa la experiencia escolar. La función del tutor está ligada tanto a la calidad educativa como a las tareas de asistencia y contención; incentivando a los becados no sólo a continuar y finalizar sus estudios, sino a tener una visión de futuro, les inculca la posibilidad de desarrollar un proyecto de vida.
EL APOYO AL DESARROLLO PRODUCTIVO
El Empresariado también puede ser motor del desarrollo si, por ejemplo, logra profundizar su participación a lo largo de las cadenas productivas con los emprendedores, en la asistencia técnica, en la inversión productiva y en la conformación de valor agregado en las actividades económicas.
Entre los problemas principales que tienen los sectores empobrecidos se destaca, en primer lugar, el retraso tecnológico. Es decir, personas que realizan actividades productivas o de servicios que tienen, en general, maquinarias obsoletas. En segundo lugar, y como consecuencia de la problemática anterior, existe también una falta de capacitación, ya que dicho retraso tecnológico no le permite utilizar las herramientas y maquinarias actuales. Y en tercer lugar, el sector informal en la Argentina carece de vínculo con el sector privado a través de cadenas de producción reales, “creándose” un circuito económico a nivel local y barrial. Esta situación genera que un sector social importante de la población tenga dificultades de inserción en el mercado laboral actual. Hay un núcleo importante de personas del sector informal de la economía vinculadas “al mundo” del trabajo pero a partir de la precariedad. Pueden destacarse en este sentido, oficios varios (pintores, albañiles, plomeros, herreros, etc.) como también pequeños emprendedores que realizan alguna actividad de tipo productiva (textil, alimenticia, etc.). De todos modos, es un sector con dificultades para mantener una continuidad, previsión social, salud y condiciones regulares de trabajo.
Estos sectores, además de estas problemáticas, tienen otras que hacen al retraso tecnológico y a la vinculación con las cadenas productivas. De estas consideraciones se desprende que en Argentina hay un potencial de 4 millones de personas que están realizando actividades económicas y no son sujetos de crédito bancario. Esto ocurre porque no tienen patrimonio y por lo tanto garantía para desarrollar, fortalecer o relanzar sus actividades productivas. El sector privado, a través de acciones desarrolladas en el marco de la RSE, tiene un rol muy importante para vincularse con este sector y potenciarlo con estrategias de encadenamiento productivo, de asistencia técnica y capacitación.
CADENAS PRODUCTIVAS
En este contexto, debe entenderse el rol de la RSE como instrumento para mantener enlaces horizontales y transversales entre la economía formal y social, y a su vez, realizar un acertado diagnóstico acerca de las características de la economía de la zona, los potenciales recursos materiales y humanos ociosos de la misma.
Así, los mecanismos que pueden incorporarse a la RSE son los siguientes: la conformación de cadenas productivas, la incorporación de proveedores, la asistencia técnica y la capacitación.
En cuanto al primer instrumento, es importante destacar que la desarticulación de unidades productivas reduce su potencial para hacer un mayor aporte en la generación de empleos y la distribución equitativa de los ingresos. En consecuencia, es necesaria una vinculación entre emprendedores, y de éstos con las unidades productivas que permitan la construcción de redes de apoyo mutuo, y sobre todo, que deriven en la construcción de un proyecto de desarrollo basado en capacidades y recursos regionales que generen un círculo virtuoso de crecimiento e inversión, en donde el empresariado asuma un rol activo y de respaldo financiero.
El segundo elemento a visualizar en relación a la RSE, es la posibilidad de otro tipo de articulación económica a través de las cadenas de proveedores. Estas permiten a los emprendedores vincularse a la economía a través de su inserción como proveedores de bienes y servicios para el sector privado. Esta articulación procura la consolidación de emprendimientos productivos en los aspectos relacionados con su producción, calidad y comercialización.
Un último aspecto relevante es la capacitación y asistencia técnica por parte de las empresas. Este aspecto tiene una estrecha vinculación con el fortalecimiento de la economía social y las iniciativas que surgen de ella misma. El objetivo es que el sector privado pueda aportar apoyo técnico que potencie la capacidad de los diferentes emprendedores. Muchos cuentan sólo con su propia capacidad de trabajo, así el resultado se ve reducido por la escasa formación general sobre el sostenimiento y organización de una actividad productiva. Otros, en cambio, cuentan tal vez con bienes o insumos, pero necesitan mejorar su situación, optimizando sus canales de producción y/o comercialización.
En definitiva, en nuestras sociedades en desarrollo, el concepto de responsabilidad social empresaria debe superar la neofilantropía y vincular cohesión social y producción. De esta forma propuestas como las de apoyar cadenas productivas de la economía social por parte del mundo empresarial debe ser priorizado con el objetivo de la inclusión social. El área de responsabilidad social empresaria debe ocupar un lugar central en las estrategias de concertación entre los actores, en donde se debate el modelo de desarrollo para una región o una localidad. El objetivo es incorporar al empresariado a una idea de bien común, eliminando las viejas dicotomías agro-industria, Estado-Mercado, economía formal-informal, con una visión de desarrollo que cree mecanismos decisorios con el consenso de la mayoría de los sectores, teniendo como objetivo la construcción de una sociedad integrada.