viernes, 10 de junio de 2011

Las claves de la política social, en la mirada de Daniel Arroyo


(publicada en El Diario de Paraná, 9 de junio de 2011)

Daniel Arroyo, licenciado en Ciencias Políticas, ex viceministro de Desarrollo Social de la Nación durante la gestión de Néstor Kirchner, durante dos años ministro de Desarrollo Social de la provincia de Buenos Aires, cargo que dejó en 2009, estuvo en Paraná para disertar sobre la realidad política y social de la Argentina.
Lo hizo en el marco del lanzamiento de la colecta anual de Cáritas, en el auditorio de la Universidad Católica Argentina (UCA), y antes, dialogó con EL DIARIO. En la entrevista, ponderó el crecimiento económico de Argentina, el mejoramiento de los indicadores sociales y se mostró firme en la necesidad de instrumentar políticas públicas que acorten la brecha entre ricos y pobres.
"Yo creo que gran parte de las políticas sociales que se han encarado han ayudado, y evidentemente la situación social ha mejorado. Ahora, la siguiente etapa tiene mucho que ver con el empleo y con el trabajo. La gran meta es cómo fomentar cadenas productivas. Me parece que para los temas que vienen hay que articular mucho las políticas sociales con el mundo económico, y el mundo social", señaló.

EJES.
–En un momento en el que no se habla de la problemática de la pobreza, el lema de la colecta de Caritas –"Pobreza cero. Compromiso de todos"– parece interpelar sobre un tema silenciado. ¿Es grande todavía la franja de argentinos pobres?
–Si uno toma la última década en Argentina, ve que indudablemente la situación social mejoró. Si lo comparamos con 2001, es claro que la situación social ha mejorado muchísimo, pero al margen de que haya mejorado, hay problemas importantes que hay que solucionar en los próximos años. El primero es la pobreza estructural: todavía la Argentina tiene una franja importante de población que no tiene piso de material, que no tiene servicios básicos, que vive más como en el siglo XIX que en el siglo XXI. Un segundo, es la informalidad económica: esa parte de la gente que trabaja, el 40 %, que no tiene recibo de sueldo, que no tiene obra social, que no sabe si se va a jubilar y que no tiene a un sindicato que la defienda. El tercero, es el problema de la desigualdad, de las diferencias. En la década del 70, la diferencia entre el 10% más rico con el 10% más pobre era de 7 a 1. En 2001, fue de 44 a 1; y hoy es de 24 a 1. Mejoró pero la Argentina sigue siendo un país desigual. Y yo marcaría como cuarto problema, que para mí es el más importante, la situación de los jóvenes de 16 a 24 años que no trabajan ni estudian. Hay todo un debate acerca de cuántos son. A mí me parece que son 900 mil; otros dicen que son un millón; otros creen que son 500 mil. Pero al margen de los datos, está claro que es el sector más crítico. Esto abre una agenda de segunda generación. Es decir, habiendo resuelto lo básico, como es la asistencia alimentaria; habiendo la asignación universal marcado un piso, viene otro debate sobre cómo damos un salto, y la posibilidad está dada porque el país avanza con crecimiento económico.
–¿Cómo hacer para achicar la brecha entre ricos y pobres?
–A mí me parece que lo que hay que hacer es encarar un nuevo ciclo de políticas sociales. Creo que gran parte de las políticas sociales que se han encarado han ayudado, y evidentemente la situación social ha mejorado. Ahora, la siguiente etapa tiene mucho que ver con el empleo y con el trabajo. Cómo fomentar cadenas productivas. Me parece que para los temas que vienen hay que articular mucho con el mundo económico, y el mundo social. Preguntarse cuáles son las cadenas productivas que llegan hasta la punta; qué sectores productivos incluyen a jóvenes que no tienen la secundaria completa; generar capacitación laboral articulado con eso; extender el microcrédito.
–¿El clientelismo no conspira contra esa aspiración?
–Yo creo que la sociedad aprendió más que la clase política. Lo que hace la sociedad le dice a la política es lo que quiere escuchar. Me parece que hay claramente clientelismo en la Argentina, y mucha gente que trata de construir una red política a partir de entregar cosas, de la asistencia, pero la sociedad ha ganado mucha autonomía. A cada uno le dice lo que quiere escuchar, y después vota y decide lo que quiere.

FASES.
–¿Cómo sería esa segunda fase de las políticas sociales?
–Lo contrario al clientelismo es la universalidad. El clientelismo significa intermediación. Cuando no hay intermediación, cuando hay un acceso directo a los programas, se rompe el clientelismo. La asignación universal por hijo tiene todavía dificultades pero es un avance significativo. No sólo avanza sobre el clientelismo, sino que marca un piso. Toda familia tiene este nivel de ingreso. Si nosotros logramos establecer un piso de ciudadanía, claramente la situación va a mejorar. Habiendo salido de la emergencia, necesitamos dar un salto de ciudadanía.
–Eso implica mayor gasto social.
–Obviamente. En realidad, yo lo llamaría inversión social, más que gasto social. Sin duda es la prioridad. Yo estoy convencido de que venimos de 10 años de crecimiento económico, y que vamos a una década de más crecimiento económico. Estamos en un contexto beneficioso que también incluye a Chile, Paraguay, Uruguay. Si nosotros hacemos las cosas bien, y damos vuelta la situación social, terminamos sin pobreza y sin desocupación esta década. Pero no como una idea fantasiosa, sino porque el contexto económico nos da esa chance.
–¿El gasto social del Estado hoy es el que se necesita?
–Hay mucho para discutir ahí. Es más que lo que había antes. Tenemos que dar un gran salto en lo que hace no sólo a la inclusión social, sino en la articulación entre lo social y lo productivo. Creo que ese es el gran desafío. El Ministerio de Desarrollo Social de la Nación tenía 1.500 millones de presupuesto, y ahora tiene 18 mil millones. Es claro que hubo una apuesta a aumentar la inversión. Pero hay que considerar que el tema de la pobreza en la Argentina es un problema de mayorías. No se resuelve con pequeños programas.
–¿Hay articulación entre las políticas sociales y el sector productivo?
–Hay avances en la Argentina. Falta todavía articular lo público y lo privado, y falta articular las cadenas de valor. Hay un punto clave acá. La industria del software es muy importante en la Argentina, pero ese sector no le va a dar trabajo a un pibe que no tiene la secundaria completa. Sí se lo va a dar la construcción, el turismo, el comercio, la industria frigorífica. Entonces, debemos identificar las cadenas productivas que son estratégicas para lo social. Me parece que hay que dar un incentivo a todas aquellas empresa que toman jóvenes que no tienen secundaria completa. Hay que ir a un salto de articulación entre el Estado y el sector privado.
–No parece ser el eje de los debates públicos de este momento.
–Hay que lograr poner a lo social como agenda de Estado. Así como se estableció que para educación va el 6% del PBI y esto no se discute, con lo social hay que hacer lo mismo. Hay cuatro problemas centrales: pobreza extrema, informalidad, desigualdad y jóvenes que no trabajan. Salgamos del debate blanco o negro. Están dadas las condiciones. Frente a contextos extraordinarios, hay que hacer políticas extraordinarias, no lo mismo de siempre. Hay que ir por más. Propongámonos terminar esta década sin pobreza en Argentina, pero de verdad.

Perfil
Daniel Fernando Arroyo, 44 años. Es licenciado en Ciencia Política, otorgado por la Universidad de Buenos Aires (UBA), Facultad de Ciencias Sociales, en el mes de diciembre de 1990. Posee un posgrado en Control y Gestión de Políticas Públicas, otorgado por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), en el mes de diciembre de 1995.
Fue ministro de Desarrollo Social de la Provincia de Buenos desde diciembre de 2007 hasta julio de 2009.
Fue secretario de Políticas Sociales y Desarrollo Humano del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, desde mayo de 2003 a diciembre de 2007.
También, consultor externo de la CEPAL para la elaboración de una "Metodología de identificación de líneas de proyectos productivos para los beneficiarios del Plan Jefes y Jefas de Hogar", desde enero hasta marzo de 2003.