(publicado en el portal de noticias http://actualidad.rt.com, el 7 de enero de 2012)
Saqueos de supermercados, niños desnutridos y miles de personas que acabaron en la calle. El impacto en la población de la gravísima crisis económica argentina de hace diez años tuvo un inesperado efecto secundario. Muchos de los que evitaron los golpes del destino sintieron el impulso de echar una mano a aquellos cuyas vidas quedaron en la ruina a causa de la vorágine financiera.
"Había visto la necesidad que existía en nuestro país. Era consciente de que a 15 minutos de mi casa también existía y dije: 'Bueno, es hora de comenzar a hacer algo más concreto'", nos cuenta Mercedes Gregorini, voluntaria de 'Un techo para mi país'.
Así fue como Mercedes, al igual que numerosas personas, decidió pasar de las palabras a la acción. Se sumó a 'Un techo para mi país', una ONG que construye viviendas en barrios marginales. Junto a sus padres y cinco hermanos la joven se trasladó a uno de estos barrios para armar una casa prefabricada para los menos afortunados.
"...Poder comparar mi familia y esa familia, y ver que éramos igual en un montón de cosas y lo único que cambiaba eran las oportunidades. Al momento de hablar con la familia, la única diferencia en sus vidas era que no estaban las oportunidades: yo había podido terminar el secundario, y el chico de mi edad de esa familia no había podido porque tenía que trabajar. Esa sensación de 'yo te vengo a dar' se corre, y es más un 'vengo porque me siento comprometida'", agregó Mercedes.
Pero esta sensación no es la única razón por la cual los argentinos se unen a las acciones solidarias. Algunos especialistas atribuyen esta fuerte participación ciudadana a la desilusión respecto a la clase política experimentada durante la crisis argentina de 2001.
"El concepto de militancia social en la Argentina viene de gente que ha intentado participar en la actividad política. No ha sentido que ese era su espacio y ha pasado. Segundo que mucha gente ve transparencia, ve una acción muy concreta. Colabora en la construcción de una vivienda (...) en la política esto está más disperso", asegura Daniel Arroyo, ex ministro de Desarrollo Social de la provincia de Buenos Aires.
Como resultado, la tarea filantrópica, que normalmente estaba concentrada en las instituciones religiosas o políticas, se extendió a todos los ámbitos. Según afirman algunos especialistas, la cuarta parte de toda la labor social en el país es realizada por ONG de voluntarios. El resto corresponde al Estado u organizaciones internacionales oficiales.
La ola de solidaridad forzó incluso la generosidad de las empresas a tomar parte en las iniciativas benéficas. Una de las multinacionales financieras, por ejemplo, lanzó, un programa por el cual respalda económicamente las ideas filantrópicas de los miembros de la empresa.
"Se trata de acciones realizadas desde el banco para apoyar a los empleados que se involucran, a través de su propio trabajo, en tareas voluntarias hacia la comunidad, puede ser desde un comedor gratuito para los más necesitados hasta campañas escolares o de salud", comenta Gonzalo Verdomar, gerente de Relaciones Institucionales del BBVA Banco Francés.
Todos estos factores en su totalidad hacen que Argentina ocupe el primer lugar en Latinoamérica y el cuarto en el mundo por cantidad de dinero en donaciones privadas caritativas, en relación con los PBI correspondientes. Los datos surgen de un estudio de la Universidad John Hopkins que ubica a la nación por detrás de Estados Unidos, Israel y Canadá.
Uno de cada cinco argentinos participa en iniciativas solidarias. No cesa el debate si no supone ello un síntoma de que las autoridades no están asumiendo todas sus responsabilidades, pero la dedicación de millones de personas a obras de caridad también puede significar que muchos asumen la posibilidad de que en cualquier momento la suerte puede dejar de llamar a sus puertas.