lunes, 30 de julio de 2012

La educación debería preocuparnos mucho más que la economía

Editorial publicada el 29 de Julio de 2012, en el diario El Liberal de Santiago del Estero


 Cada vez que se conoce una nueva estadística sobre la educación argentina, se confirman los graves problemas por los que atraviesa y la falta de una política de Estado acordada para mejorar su nivel en un programa a corto, mediano y largo plazo.
Esta vez se conoció que sólo el 50% de los estudiantes secundarios recibe ese título y que sólo el 43% logra concluirlo en término, ubicando a la Argentina en uno de los países sudamericanos con más baja tasa de graduación.
Perú y Chile logran porcentajes del 70%, Colombia 64% y Bolivia 57%. Todos datos que surgen del informe de la Unesco Global Education Digest, analizados por la asociación civil Argentina Educar 2050.
Si se toma el total de la población adolescente del país, sólo 31 de cada 100 chicos termina el secundario. La tasa de abandono en el último año trepa al 25,4%, que contrasta con el 2% de la escuela primaria. El 52% de los alumnos secundarios no logra comprender lo que lee.
El informe concluye que: “Las estadísticas son bien descriptivas del continuo deterioro que viene sufriendo la educación en la Argentina, lo cual proyecta un futuro extremadamente difícil. Este nos habla de una baja en la calidad democrática del país, de un mayor nivel de desigualdad y de un aumento de la pobreza, en tanto es la educación la mejor herramienta para combatirla”, Según el programa de evaluaciones Pisa, que cada tres años realiza la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la Argentina ocupa el puesto 58 sobre un total de 65 países evaluados a nivel educativo y está séptimo entre los países de la región. Es decir, su nivel educativo se ubica detrás de Brasil, Colombia, Trinidad y Tobago, México y Chile.
La información se conoce a los pocos días de que dos colegios emblemáticos de la educación argentina como el Nacional Buenos Aires y el Carlos Pellegrini fueron tomados por los alumnos debido a cuestiones relacionadas con las concesiones de los bares internos.
Esa acción se intentó justificar como un avance democrático importante por la participación de los jóvenes en los problemas que los afectan, relegando a un segundo plano el valor democrático de resolver los conflictos mediante el diálogo que permite llegar a acuerdos. Los chicos sin dudas aprenden de sus mayores, que cortan calles o rutas, bloquean empresas o realizan paros sorpresivos por tiempo indeterminado.

Si se toma el total de la población adolescente del país, sólo 31 de cada 100 chicos termina el secundario. La tasa de abandono en el último año trepa al 25,4%, que contrasta con el 2% de la escuela primaria. El 52% de los alumnos secundarios no logra comprender lo que lee”.

El problema de la deserción escolar secundaria y su bajo nivel educativo no solamente está relacionado con la baja calidad que ofrece, sino que está íntimamente relacionado con lo social.
Lo explicó bien el ex viceministro de Desarrollo Social de Alicia Kirchner, Daniel Arroyo, al revelar que en el país hay 1,5 millones de jóvenes entre 16 y 24 años que no estudian, no trabajan o lo hacen en forma precaria. Es decir que están sin hacer nada o que entran y salen del trabajo y de la escuela con frecuencia.
Analizó que: “No tienen problemas con la tarea, sino con la rutina del trabajo. Lo difícil no es entender qué hacer, sino ir a trabajar todos los días ocho horas, en parte porque muchos no han visto trabajar ni a sus padres ni a sus abuelos. La misma situación se da en la escuela, en donde el desafío es sostenerse, evitar el desenganche y la abulia.
Por eso es necesaria una reforma que revise los objetivos de la escuela secundaria y los vincule con los sectores productivos y los intereses de jóvenes que incorporan muy rápido las nuevas tecnologías”.
“El hacinamiento y las adicciones aumentan los problemas: un ciclo frecuente en los grandes centros urbanos es el de un chico que estando hacinado en su casa se va a la esquina porque hay más lugar y mejores condiciones, ahí empieza a consumir porque todos lo hacen y luego se endeuda. Y entonces es cuando se le acerca alguien a ofrecerle cualquier alternativa”.
En la universidad no nos va mucho mejor, apenas el 14% de los jóvenes concluye el ciclo universitario, frente al 40% de los jóvenes de los países desarrollados o el 19% de Brasil.
Pero quienes acceden a un título universitario lo hacen en instituciones muy devaluadas a nivel internacional y regional. En primer lugar, en Brasil o Chile se gradúan más del 60% de los ingresantes a la universidad, mientras que en la argentina sólo lo hace el 23%.
En segundo lugar los rankings internacionales de calidad universitaria relegan a las argentinas a planos muy inferiores y en caída constante frente a sus pares de la región, que décadas atrás superaban ampliamente.
En el ranking latinoamericano medido por QS University Rankings, que encabeza la Universidad de San Pablo, Brasil, la Argentina figura detrás de Chile que ubica a cuatro de sus universidades entre las primeras diez.

En la universidad no nos va mucho mejor, apenas el 14% de los jóvenes concluye el ciclo universitario, frente al 40% de los jóvenes de los países desarrollados o el 19% de Brasil. Quienes acceden a un título universitario lo hacen en instituciones muy devaluadas a nivel internacional y regional”.

De las universidades incluidas entre las mejores de 250, Brasil cuenta con 65, México con 46, Colombia con 34, Chile con 30 y Argentina con 26.
Ni hablar de los rankings que miden a nivel mundial, donde entre los primeros cien puestos no figura ninguna universidad sudamericana y sólo aparece la de San Pablo en el puesto número 169.
Países como China, Corea del Sur o Singapur, tienen universidades que figuran entre las mejores 50 del mundo.
Está demás decir que en la actual sociedad del conocimiento prosperan aquellas naciones capaces de asegurar un elevado nivel a sus recursos humanos, puesto que son mucho más importantes que sus recursos naturales.
La Argentina deberá hacer un gran esfuerzo para recuperar el tiempo perdido y volver a liderar entre los países con más alto nivel educativo. Debería ser un debate central para establecer una política de estado sostenida en el tiempo. Cualquier éxito económico será circunstancial y sin posibilidades de sustentabilidad, en la medida que no nos ocupemos de lo importante, que es sin duda la educación.