lunes, 23 de julio de 2012

Una inclusión real debería ser política de Estado

 Por Daniel Arroyo  | Para LA NACION
El debate sobre el número de jóvenes que no estudian, no trabajan o lo hacen en forma precaria (1,5 millones, 900.000 o 400.000) no debe hacernos perder de vista el punto central: la inclusión de los jóvenes es nuestro desafío más importante.
Se trata de jóvenes 16 a 24 años que están sin hacer nada, o que entran y salen del trabajo y de la escuela con frecuencia. No tienen problemas con la tarea, sino con la rutina del trabajo. Lo difícil no es entender qué hacer, sino ir a trabajar todos los días ocho horas, en parte porque muchos no han visto trabajar ni a sus padres ni a sus abuelos.
La misma situación se da en la escuela, en donde el desafío es sostenerse, evitar el desenganche y la abulia. Por eso es necesaria una reforma que revise los objetivos de la escuela secundaria y los vincule con los sectores productivos y los intereses de jóvenes que incorporan muy rápido las nuevas tecnologías.
El hacinamiento y las adicciones aumentan los problemas: un ciclo frecuente en los grandes centros urbanos es el de un chico que estando hacinado en su casa se va a la esquina porque hay más lugar y mejores condiciones, ahí empieza a consumir porque todos lo hacen y luego se endeuda. Y entonces es cuando se le acerca alguien a ofrecerle cualquier alternativa. Esta es una realidad de la que muchos son víctimas y se completa con una creciente estigmatización que los identifica como culpables de la inseguridad.
El Estado da respuestas con acciones significativas como la Asignación Universal por Hijo y los programas "Jóvenes con más y mejor trabajo" y "Conectar igualdad". El sector privado financia más de 10.000 becas educativas este año y las organizaciones sociales han extendido redes de acompañamiento escolar y capacitación laboral.
Sin embargo, el problema es de una escala mayor. Se requieren nuevos instrumentos, muchos recursos, articulación de acciones y una política de Estado. De allí la necesidad de avanzar en algunas líneas concretas:
  • Fondo de Inclusión Joven: se podría crear un fondo con recursos estatales y aportes privados para concentrar allí el financiamiento tanto de proyectos productivos, culturales y de servicios como educativos y de apoyo a organizaciones sociales que trabajen con jóvenes. Se trata de contar con recursos económicos concentrados y de escala para atender al grupo social más crítico.
  • Red de tutores: es clave generar una red de tutores con personas que tengan legitimidad: una maestra que tiene buena llegada, algún pibe de la esquina, referente barrial o religioso. Se trata de potenciar una red de tutores creíbles a los que los jóvenes sientan que no deben fallarles y que los ayuden a sostenerse en lo laboral o en la escuela. La clave: acompañar y generar espacios de capacitación y entrenamiento en función de sus perfiles y preferencias.
  • Derecho al primer empleo: una política central es promover el derecho al primer empleo a través de exenciones impositivas a las actividades productivas que incorporen masivamente a jóvenes. Debería ser un derecho que actúe como política laboral permanente de estímulo fiscal a las empresas que contraten formalmente a jóvenes.
  • Masificación del microcrédito: los jóvenes no acceden al crédito bancario por falta de garantías. La masificación de los sistemas de créditos con montos pequeños favorecería la vocación emprendedora y el desarrollo de innovaciones productivas. El desafío es llegar con tasas de interés subsidiadas para jóvenes que tengan buenos proyectos e ideas.
  • Escuelas de oficios locales: es necesario trabajar paralelamente los problemas de oferta y de demanda. La conformación de escuelas de oficios es una alternativa para la inserción de muchos jóvenes en la economía social, ya que se trata de una formación dinámica, flexible y, sobre todo, vinculada con la producción local.
La idea de que los jóvenes son el futuro es buena si logramos que tengan presente. Desarrollar acciones que realmente impacten sobre sus vidas cotidianas, recuperen el sentido del esfuerzo y la búsqueda del progreso es la prioridad que nos permitirá construir la Argentina del mañana..