miércoles, 26 de diciembre de 2012

Daniel Arroyo sobre la situación social

En esta nota de Mario Wainfeld publicada en el diario Página 12 el día domingo 23 de diciembre, Daniel Arroyo expresa su opinión respecto a la situación social y a los jóvenes.


Los pibes de la esquina


 Por Mario Wainfeld
El hacinamiento urbano es un drama cotidiano para millones de argentinos. Fomenta la violencia familiar, los vejámenes a las mujeres. El ansia de salirse seguramente impacta en los embarazos adolescentes que también incluyen la búsqueda de un proyecto de vida. Los pibes de los barrios más humildes, muchos de los cuales ni estudian ni trabajan, se evaden como pueden de la asfixia. Van a la esquina, se agrupan, constituyen un fenómeno social que muchos perciben y para los que hay pocas soluciones.
En estas horas de zozobra, se dejaron ver.
Hasta acá habla el cronista. Ahora cede la voz a otros, a quienes reconoce conocimiento y saberes. Y las propala, como un aporte (siempre parcial y opinable) para avistar realidades emergentes y complejas.
Daniel Arroyo, sociólogo, ex viceministro de Desarrollo Social de la Nación y ex ministro en la provincia de Buenos Aires: “La forma de los saqueos ha sido rara. Sin dudas, ha habido agitadores detrás. Pero hicieron pie en problemas sociales reales. Los planes sociales mejoran la situación, dan una base de ingreso y de consumo. La Asignación Universal por Hijo son 16.000 millones de pesos al año. ‘Mensualiza’ la cabeza de las personas (uno sabe que tal día va a cobrar los $ 340 por hijo y eso le permite organizarse). Pero la inflación está complicando las cosas, no queda claro cuánto se necesita para vivir en el mes. Hay muchísima gente sobreendeudada en ‘Efectivo ya - Crédito fácil’. Hay más motitos, más consumo y menos billetes en los barrios. (...) La situación de los jóvenes está claramente dividida en dos. Una parte se ha reenganchado con la política (sobre todo de clase media), siente que está transformando las cosas y eso les da un espíritu de cuerpo impresionante. El grueso de los jóvenes está fuera de eso. Hay 900.000 de 16 a 24 años que ni estudian ni trabajan, de los cuales la mitad está en el conurbano. Realmente están afuera de todo, no creen en la política ni en las organizaciones barriales. Respetan un poco la escuela como institución pero sienten que lo que aprenden ahí no tiene ninguna relación con la vida. Se organizan en bandas, lo que les da cohesión y, a su vez, ayuda a estigmatizarlos más. No ven ninguna relación real entre trabajo-esfuerzo y mejora de la calidad de vida. No la ven porque efectivamente no es así: acceden a trabajos precarios, son utilizados y tienen muy claro que el que vende droga o está vinculado con la política es el que realmente mejora en el barrio. El 30 por ciento de las madres son menores de 24 años en Argentina, muchos de estos pibes son padres a la vez. (...) El chico está hacinado en la casa, se va a la esquina porque ahí está mejor, empieza a consumir porque todos lo hacen. Es la forma de integrarse a la red del barrio. A partir de ahí empieza con problemas de adicción, de salud, pero también de endeudamiento (empieza a deber plata). Y se completa con algún vivo que se le acerca para proponerle cualquier idea para cancelar esa deuda y el resto que lo ‘marcamos’ diciendo estos pibes son la causa de la inseguridad. (...) La policía y la Justicia ayudan a complicar la cosa. La sensación que todos tienen es que detrás de la estructura del delito están la policía y la Justicia de manera directa, o simplemente miran para el costado y dejan que todo pase. En la provincia de Buenos Aires ha habido un problema adicional este año y es que desapareció el presupuesto para hogares, programas sociales, comedores escolares” (intercambio escrito con el cronista).