(Nota publicada en Suplemento Enfoques de La Nación el 20-1-2013)
Jóvenes condenados a vivir al márgen
Por Fernanda Sandez | Para LA NACION
Los vimos. Corrección: se dejaron ver. Algunos iban con la cara cubierta, otros ni siquiera se demoraron en ese mínimo camuflaje. Tal vez no les importó que otros los vieran. Tal vez saben que sus caras no importan porque nadie repara demasiado en ellas. Ni en ellos. Son, en ese sentido, invisibles. Hasta que "algo" pasa (y lo que pasó hace un mes fueron saqueos en Bariloche, Rosario, y así hasta llegar a 40 ciudades, a 292 comercios, a 26 millones y medio de pesos perdidos, a 500 detenidos y a 4 muertos) y entonces sí: los vemos. De golpe y de a montones. Son chicos de catorce, veinte y no muchos más años en el remolino de cada andanada. ¿Que hubo quienes sólo fueron a mirar? ¿Que también hubo adultos? Seguro. Hubo adultos, mayores y hasta niños. También salteadores que se presentaron a la cita en camionetas, y se hartaron de cargar electrodomésticos y pantallas gigantes. Pero eso no implica desconocer la impronta joven de esa marea que irrumpió en supermercados y almacenes, y que se vuelve dato: la mitad de los muertos de aquellos días no tenía ni 25 años.
Daniel Arroyo -politólogo, presidente de Poder Ciudadano y ex ministro de Desarrollo Social de la provincia de Buenos Aires- da precisiones: "Hablamos de jóvenes de entre 16 y 24 años que entran y salen del mundo de la educación y del trabajo sin lograr mantenerse en ninguno. No vieron trabajar ni a sus padres ni a sus abuelos, y por eso carecen del método. La escuela es la gran transmisora de método, y eso es lo que se ha perdido. Entonces, no tienen la rutina que se construye levantándose todos los días, lavándose los dientes. Éste es el principal problema social de la Argentina y, a menos que se genere una nueva política pública, la violencia no va a desaparecer porque hay una parte importante de la sociedad sin horizonte", alerta.