En la edición especial de la Revista 7 miradas, Daniel
Arroyo escribió acerca de los desafíos sociales para la Argentina en el año
2013.
(Artículo publicado en www.7miradas.com)
Por Daniel
Arroyo
Los Problemas
En la última década se
produjeron mejoras en torno a la reducción de la pobreza y la desigualdad en
Argentina, aunque los problemas estructurales están lejos de haberse
revertido. Aún quedan muchas cuestiones
pendientes en materia de inclusión social.
En política alimentaria el
desafío es la mejora de la calidad.
Contamos con un alto nivel de cobertura y asistencia pero tenemos un serio problema
de calidad nutricional.
En cuanto al mundo del
trabajo, se han producido avances en la capacitación de desempleados y en el
rol del Estado en la discusión con sindicatos y empresarios en temas como el
salario mínimo. Sin embargo, el Estado debe mejorar el acompañamiento a los ciudadanos
que buscan trabajo; aunque se mejoró la capacitación laboral y se crearon
incentivos a las empresas, no se ha avanzado tanto en la intermediación activa,
en la búsqueda de vínculos entre los que buscan y los que ofrecen empleo.
En lo que hace a los
emprendedores, aquellas personas que buscan generar su propia actividad
productiva, la Ley de Microcréditos fue un avance aunque está pendiente la masificación
del crédito a tasa baja para los sectores más pobres, con mecanismos rápidos y simples
para los que necesitan comprar máquinas o herramientas.
En lo previsional se ha
avanzado en la equiparación de derechos entre el trabajo formal y el informal,
ampliando las pensiones e incorporado a millones de jubilados. De esta manera,
se constituye un sistema que se acerca a la universalidad, equiparando derechos
en el corto y mediano plazo, quedando pendiente el desafío de dotar de
sustentabilidad a este esquema.
El desafío de mayor relevancia
está vinculado hoy a los adolescentes y los jóvenes, comenzando por la situación
de las 900.000 jóvenes de 16 a 24 años que no estudian ni trabajan. Se trata de
jóvenes no tienen problemas para aprender la tarea en sí misma sino para
aceptar la rutina del mundo del trabajo, es decir, la continuidad de la tarea
en el tiempo. Para entender esta realidad es necesario recordar que muchos de
estos jóvenes no han visto a sus padres o madres –y en algunos casos tampoco a
sus abuelos– trabajar todos los días. En la misma dirección, es necesaria una
reforma del sistema educativo que revise los objetivos de la escuela secundaria
y el nivel terciario y los ponga en línea con los sectores productivos
estratégicos.
Los desafíos
El
primer desafío pasa por
resolver el problema de pobreza estructural. Lograr que todos los habitantes
del país tengan piso de material y servicios básicos y generar políticas
focalizadas en las zonas del NOA, NEA y el conurbano bonaerense.
El segundo
desafío va hacia el mercado
de trabajo apuntando a la registración laboral y la masificación del crédito.
Si continuamos con un mercado de trabajo de dos velocidades (formal e informal)
va a ser difícil achicar las brechas sociales.
Los
contenidos en la escuela secundaria y la calidad educativa en general requieren
una especial atención. Ése debe ser el tercer reto social del país de
cara al final de esta década. Los logros de haber destinado más del 6% del PBI
a la educación, la entrega de netbooks y la Asignación Universal por Hijo
marcan nuevos desafíos. Hace falta equilibrar los niveles de conocimiento, de
tecnología e infraestructura entre la escuela pública y la privada. Las
desigualdades se manifiestan en la infraestructura, la cantidad de horas de
clase y las herramientas a las que acceden para estudiar.
El cuarto se vincula con la inclusión de los jóvenes.
Se trata de avanzar en una red de 20.000 tutores que acompañen a los jóvenes
junto con un incentivo fiscal a las empresas que tomen a jóvenes en su primer
empleo y la reconstrucción de las escuelas de oficio.
El quinto
aspecto apunta al mejoramiento de las condiciones de vida en los ejes menos
visibles: comunidades aborígenes, personas con discapacidad, violencia de
género y trata de personas. Junto con los programas universales, debemos
avanzar en acciones focalizadas en los grupos que tienen sus derechos
vulnerados.
Argentina
es un país con talento, capacitación, casi treinta años de democracia, un
territorio vasto y recursos naturales. Es un país con porvenir. Depende de
nosotros lograr una sociedad más inclusiva, más integrada en la década que
viene.