Por Daniel Arroyo
En los últimos años, una parte de los adolescentes
en nuestro país ha recuperado su vínculo con la política y la idea de que a
través de la participación se construye futuro, pero la mayoría de los jóvenes
se encuentra aún desenganchado de lo público con la idea de que uno tiene que
arreglarse como puede y sin la expectativa de que la participación construye
futuro. Las representaciones no pasan
tanto por las instituciones (escuela, organizaciones sociales o partidos
políticos) sino por referencias individuales: tal maestra que es alguien
“piola” para conversar, un pibe de la esquina que tiene legitimidad, un cura,
algún técnico del club de barrio, etc.
De todos modos, pueden verse cuatro
situaciones diferentes entre los adolescentes, los que ni trabajan ni estudian,
los que trabajan, los que trabajan y estudian y los que sólo estudian. Más allá
de las diversas situaciones sociales, la mayor parte de los jóvenes tiene poca
expectativa sobre las instituciones, la idea de que lo aprenden en la escuela
no se vincula mucho con el mundo laboral y sí creen, como se ha dicho, en referentes
específicos. Allí hay que buscar a los
“tutores” que ayuden a los adolescentes a recuperar sus vínculos..
También es necesario distinguir la
situación de los jóvenes de los grandes centros urbanos de los que viven en el
interior del país. En los grandes centros urbanos se vinculan diversas
cuestiones que cruzan trabajo precario, violencia y falta de oportunidades. En las localidades más pequeñas el problema
central de los jóvenes es la falta de oportunidades y la necesidad de migrar de
sus lugares para acceder a mejores servicios y más oferta laboral. Una
situación adicional que complica claramente es que la mitad de los jóvenes
desocupados tienen secundario completo y la mitad no. Con lo cual no queda
claro que el mecanismo de ascenso social pase por la escuela y si el chico que
consigue un trabajo precario cuando vuelve al barrio gana menos que el que vende
droga o que el que está asociado a la política, se complica aún más la idea de
que el ascenso social pasa por la escuela.
El debate sobre el número de jóvenes que
no estudian, no trabajan o lo hacen en forma precaria (1,5 millones, 900 mil o
400 mil) no debe hacernos perder de vista el punto central: la inclusión de los
jóvenes es nuestro desafío más importante.
Aquí sí se trata de jóvenes 16 a 24 años que están sin
hacer nada o que entran y salen del trabajo y de la escuela con frecuencia. No tienen problemas con la tarea sino con la
rutina del trabajo. Lo difícil no es entender qué hacer, sino ir a
trabajar todos los días ocho horas, en parte porque muchos no han visto
trabajar ni a sus padres ni a sus abuelos.
La misma situación se da en la escuela,
en donde el desafío es sostenerse, evitar el desenganche y la abulia. Por eso es necesaria una reforma que revise
los objetivos de la escuela secundaria y los vincule con los sectores
productivos y los intereses de jóvenes que incorporan muy rápido las nuevas
tecnologías.
El hacinamiento y las adicciones aumentan
los problemas: un ciclo frecuente en los grandes centros urbanos es el de un
chico que estando hacinado en su casa se va a la esquina porque hay más lugar y
mejores condiciones, ahí empieza a consumir porque todos lo hacen y luego se
endeuda. Y allí es cuando se le acerca alguien a ofrecerle cualquier alternativa.
Esta es una realidad de la que muchos son víctimas y se completa con una
creciente estigmatización que los identifica como culpables de la inseguridad.
El Estado da respuestas con acciones significativas
como la
Asignación Universal por Hijo y los Programas Más y Mejor
Trabajo y Conectar Igualdad. El sector
privado financia más de 10 mil becas educativas este año y las organizaciones
sociales han extendido redes de acompañamiento escolar y capacitación laboral.
Sin embargo, el problema es de una escala
mayor. Se requieren nuevos instrumentos,
muchos recursos, articulación de acciones y una política de Estado. De allí la necesidad de avanzar en algunas
líneas:
Fondo de
Inclusión Joven: se
podría crear un fondo con recursos estatales y aportes privados para concentrar
allí el financiamiento tanto de proyectos productivos, culturales y de
servicios como educativos y de apoyo a organizaciones sociales que trabajen con
jóvenes. Se trata de contar con recursos
económicos concentrados y de escala para atender al grupo social más crítico.
Red de tutores: es clave generar una red de tutores con personas
que tengan legitimidad, una maestra que tiene buena llegada, algún pibe de la
esquina, un referente barrial o religioso. Se trata de potenciar una red de
tutores creíbles a los que los jóvenes sientan que no deben fallarles y que los
ayuden a sostenerse en lo laboral o en la escuela. La clave es acompañar
y generar espacios de capacitación y entrenamiento en función de sus perfiles y
preferencias.
Derecho al
primer empleo: una
política central es promover el derecho al primer empleo a través de exenciones
impositivas a las actividades productivas que incorporen masivamente a jóvenes. Debería ser un derecho que actúe como una política
laboral permanente de estímulo fiscal a las empresas que contraten formalmente
a jóvenes.
Masificación
del microcrédito: los jóvenes no acceden al crédito bancario por
falta de garantías. La masificación de los sistemas de créditos con montos
pequeños favorecería la vocación
emprendedora y el desarrollo de innovaciones productivas. El desafío es llegar con tasas de interés
subsidiadas para jóvenes que tengan buenos proyectos, apostar a la calidad de sus
ideas.
Escuelas de
oficios locales: es
necesario trabajar paralelamente los problemas de oferta y de demanda. La conformación de
escuelas de oficios es una alternativa importante para la inserción de muchos
jóvenes en la economía social ya que se trata de una formación dinámica,
flexible y, sobre todo, vinculada a la producción local.
La idea de que los adolescentes y los jóvenes
son el futuro es buena si logramos que tengan presente. Desarrollar acciones
que realmente impacten sobre sus vidas cotidianas, recuperen el sentido del
esfuerzo y la búsqueda del progreso, es la prioridad que nos permitirá
construir la Argentina del mañana.
[1] Presidente de Poder
Ciudadano. Ex Secretario de
Políticas Sociales de la Nación y ex Ministro de Desarrollo Social de la
Provincia de Buenos Aires. Autor del libro “Las Cuatro Argentinas”.