Bienvenidos al blog con reflexiones y actualidad sobre políticas públicas para la Argentina que viene.
jueves, 31 de octubre de 2013
Daniel Arroyo en Tucumán
Daniel Arroyo dictará hoy la clase "Situación social en Argentina. Los desafíos de los nuevos líderes" en el marco de la Escuela para Líderes Sociales que organiza la Arquidiócesis de Tucumán.
miércoles, 30 de octubre de 2013
La educación media más allá de las tomas
Nota publicada por la revista Debate
Por Manuel Barrientos
Por Manuel Barrientos
Avances y deudas que plantea la enseñanza secundaria en la Argentina. Aumento de la matrícula, desigualdades e indicadores de calidad.
»Por Manuel Barrientos
L
as tomas de colegios secundarios porteños en septiembre ocuparon muchas horas de televisión y páginas de la prensa gráfica. Se debatió con intensidad sobre la legalidad y/o la eficiencia de la medida, pero se relegó a un segundo plano el motivo de las protestas: la reforma curricular que busca aplicar el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Entre las modificaciones que se implementarían a partir de 2014 y que serían obligatorias a partir del año siguiente, se eliminan orientaciones y titulaciones -como las de perito mercantil-, al mismo tiempo que se suprimen horas de historia y geografía en cuarto y quinto año. Más allá de ciertas cuestiones coyunturales, el conflicto expone que sigue pendiente un debate profundo sobre qué educación media requiere la Argentina.
Con la determinación de la obligatoriedad de la educación secundaria a partir de la Ley de Educación Nacional de 2006, en los últimos años se vivió un proceso de masificación de la matrícula. Se estima que la tasa de acceso y cobertura en la enseñanza media asciende al 83,4%, frente al 35% de adolescentes que asistía a este nivel en la década de 1970. Sin embargo, sólo un 43% de los estudiantes secundarios logra el título en los plazos establecidos.
“La ley de 2006 representó una mejora muy grande al definir a la educación media como un nivel obligatorio, porque generó un nuevo piso mínimo de ciudadanía. Pero esa masificación convive con una matriz expulsora y selectiva”, asegura Nancy Montes, investigadora de Flacso y de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI). La especialista sostiene que aún hay dificultades para avanzar en la expansión de la cobertura y bajar los niveles de deserción, que van desde aspectos materiales (infraestructura edilicia, equipamiento) hasta cuestiones culturales (la propuesta curricular, las resistencias de parte de los docentes y los padres).
Mario Oporto -ex titular de la cartera educativa bonaerense y actual diputado nacional del Frente para la Victoria- indica que el proceso de masificación se trata de un fenómeno comparable con el iniciado por Domingo Faustino Sarmiento en la segunda mitad del siglo XIX. “Somos la primera generación que decide que todos sus adolescentes ingresen a las escuelas secundarias, pero se trata de un proceso de largo aliento”, matiza y plantea que el nuevo objetivo es generar condiciones materiales para evitar la deserción. “Pero tenemos que entender que estamos frente a otra escuela, en la que entran todas las contradicciones de la sociedad que antes eran excluidas”, reflexiona.
Ex ministro de Desarrollo Social bonaerense y hoy cercano al massismo, Daniel Arroyo manifiesta que la “desigualdad más grande” actualmente radica en la escuela secundaria: “En esa etapa se expande mucho la brecha de acceso al conocimiento”. El experto en políticas sociales destaca como un elemento positivo la recuperación de esquemas de participación entre los jóvenes, a través de la militancia partidaria o en organizaciones sociales o religiosas. “Pero hay una crisis muy importante en la escuela secundaria. Los jóvenes sienten que hay una distancia grande entre lo que aprenden en las escuelas y el mundo del trabajo o la vida cotidiana”, subraya.
Bajo esa perspectiva, considera que se debe avanzar en la vinculación de educación y trabajo, por medio de la implementación del sistema dual en toda la enseñanza media, no sólo en las escuelas técnicas. “No digo que las escuelas tengan que ser una pre-fábrica ni que tengan que estar desligadas de la formación en ciudadanía. Pero en un contexto en el que hay más de 900 mil jóvenes que no estudian ni trabajan y en el que la desocupación juvenil duplica a la general es necesario que se genere un vínculo más fuerte entre las escuelas secundarias y el mundo laboral”, apunta.
Montes, sin embargo, pone ciertos reparos con respecto al sistema dual y advierte que los estudiantes no deben ser utilizados como mano de obra barata. En cambio, afirma que hay experiencias muy fructíferas de pasantías en institutos científicos del Conicet, en las que los chicos participan en proyectos de investigación. La especialista de Flacso cree que la cuestión de fondo se encuentra en la propia estructura de la escuela secundaria: “Hay que ir hacia otros formatos y otros modos, faltan nuevas herramientas”. Y agrega: “Hoy la familia no puede acompañar siempre a sus hijos. Por eso, es necesario el seguimiento personalizado de las trayectorias”. Finalmente, Oporto enumera algunos ejes que cree relevantes para la discusión: continuar con la ampliación de la matrícula, pese a los problemas que pueda generar; consolidar la dedicación exclusiva de los directivos; hacer hincapié en el conocimiento de las disciplinas que se enseñan; y vincular la escuela secundaria al desarrollo, el empleo y la participación ciudadana.
83,4%
la tasa de acceso a la escuela media en la Argentina, según la Unesco.
2.600.000
chicos cursan la secundaria en colegios públicos de todo el país.
43%
de los alumnos secundarios obtienen el título en los plazos formales.
1317
centros e institutos de formación docente funcionan en la Argentina.
El rol de los docentes
docentes
L
as estadísticas oficiales muestran que la matrícula en los institutos de formación creció un 29% entre 2008 y 2012. Hace cinco años, la cifra era de 298.435 estudiantes. Hoy más de 385 mil personas cursan los profesorados de nivel inicial, primario y secundario en todo el país.
El papel de los docentes, sin embargo, se encuentra en un proceso de cambio. “Se quebró la idea de que la escuela es un medio para acceder al conocimiento, porque los chicos tienen acceso a la información a través de Internet. Entonces, se produce un quiebre de la autoridad y de la legitimidad, que pone en problemas tanto a los docentes como a los propios padres”, sintetiza Daniel Arroyo. “Las tecnologías ponen sobre la mesa otra agenda de trabajo, porque los chicos ya las tienen incorporadas desde lo cotidiano”, indica Nancy Montes. Por su parte, Mario Oporto considera que es necesario incorporar recursos innovadores, pero cree que hay que hacer hincapié en el conocimiento de las disciplinas que se enseñan. Y propone: “Es necesario abrir el debate y repensar si la formación docente debe ser responsabilidad de la Nación y no de las provincias”.
jueves, 24 de octubre de 2013
Daniel Arroyo en la presentación de "Pobreza & negocios. Hecho en Argentina"
Hoy a las 11 hs se realizará presentación de libro Pobreza & negocios. Hecho en Argentina de los autores Martín Dinatale y Alejandro Gallo con el apoyo de la Fundación Konrad Adenauer. Daniel Arroyo destacará los principales elementos de esta investigación que retrata la actual situación de la pobreza de la Argentina, entrelazándola con el abuso y uso político de las clases gobernantes.
lunes, 21 de octubre de 2013
Charla en la Cátedra Konrad Adenauer
Este miércoles 13 de Noviembre se realizará una nueva versión de la Cátedra Konrad Adenauer en la ciudad de Posadas. Daniel Arroyo participará del panel "La política social en Argentina y en la economía social de mercado".
jueves, 17 de octubre de 2013
Daniel Arroyo en el 49º Coloquio anual de IDEA
Hoy se llevará acabo la segunda jornada del 49º Coloquio anual de IDEA en la ciudad de Mar del Plata. Daniel Arroyo expondrá en el panel "Integración social".
miércoles, 16 de octubre de 2013
Daniel Arroyo plantea siete desafíos para promover la inclusión social en el país
Autor: lt10digital.com.ar
Fuente abeced.com
El ex viceministro de Desarrollo Social de la Nación enfatiza sobre los temas pendientes para avanzar en materia de desarrollo humano y advierte que uno de los grandes desafíos para el Estado es remplazar la asistencia por mecanismos que permitan ingresar al trabajo. Asimismo, apunta sobre la necesidad de definir un perfil de país en temas que van desde lo demográfico hasta lo productivo.
El especialista en temas sociales, Daniel Arroyo, quien trabaja junto a abeceb.com como consultor asociado, enfatiza sobre los temas pendientes para avanzar en materia de desarrollo humano y advierte que uno de los grandes desafíos para el Estado es remplazar la asistencia por mecanismos que permitan ingresar al trabajo. Asimismo, apunta sobre la necesidad de definir un perfil de país en temas que van desde lo demográfico hasta lo productivo. Este es el trabajo:
Luego de la crisis de 2001, Argentina tuvo una década de crecimiento económico con tasas cercanas al 8% anual. Sin embargo, esta situación no impactó en todos los argentinos del mismo modo y continuamos con una estructura social muy desigual: la diferencia de ingresos entre el 10% más rico y el 10% más pobre es hoy de 22 a 1.
En el último tiempo el Estado generó políticas sociales con una orientación más amplia, como la Asignación Universal por Hijo. También mejoró la infraestructura básica. Sin duda, los más pobres se encuentran mejor que durante los años ´90, aunque conceptualmente tienen dificultades similares. La educación aún no es la vía para generar una movilidad social ascendente que permita entrar en el mundo del trabajo. De allí que uno de los grandes desafíos para el Estado sea lograr remplazar la asistencia por mecanismos que permitan ingresar al trabajo.
El primer desafío es resolver el problema de pobreza estructural. Lograr que todos los habitantes del país tengan servicios básicos en el hogar. Para ello, es necesario establecer una fuerte política de inversión en infraestructura, con recursos permanentes para las áreas sociales y generar políticas focalizadas en los grandes centros urbanos. Eliminar los bolsones de pobreza, que actualmente alcanzan cerca del 22%, no parece un reto tan complejo si tenemos en cuenta el sostenido crecimiento económico y los recursos con que cuenta el Estado.
El segundo eje radica en la distribución territorial. Tenemos dos tipos de desequilibrio. Uno vinculado a la concentración de ciudadanos en un espacio territorial reducido: en el área metropolitana, que representa el 1% del territorio nacional, vive casi 1/3 de la población argentina. Esto implica un importante problema económico para lograr crecimiento y también para generar políticas sociales. El segundo tipo de desequilibrio, tiene que ver con la necesidad de pautar metas para cada región: poblar la Patagonia; generar un fondo especial para favorecer al Norte; acompañar actividades productivas estratégicas y reequilibrar la relación de Buenos Aires con el interior.
El tercer punto requiere el establecimiento de un plan estratégico de desarrollo para definir si será un país agroindustrial; más industrial que de producción primaria o un país de servicios. Es claro que necesitamos un plan que establezca con claridad el rol que va a tener la minería, la soja, los recursos naturales, las cadenas productivas, entre otros temas y actividades que requieren definiciones inmediatas. Esta definición debe conjugarse no sólo con un esquema de financiamiento, sino también con un sistema de educación que acompañe y vincule esas actividades y con el apoyo a aquellas cadenas productivas que generan empleo para los sectores con menos oportunidades de acceso al mercado laboral.
El cuarto desafío determina la necesidad de reducir el trabajo informal (hoy en el 34%) a partir de la regulación estatal y la masificación del crédito para el cuentapropismo y la economía social. Si continuamos con un mercado de trabajo de dos velocidades (formal e informal) será difícil achicar las brechas sociales.
Los contenidos en la escuela secundaria y la calidad educativa requieren una especial atención. Ése es el quinto reto social del país de cara al final de esta década. Los logros de haber destinado más del 6% del PBI a la educación, la entrega de netbooks y el aumento de alumnos en las escuelas secundarias por la Asignación Universal por Hijo marcan los nuevos desafíos. Hacen falta más escuelas secundarias e inversión, como también equilibrar los niveles de conocimiento, de tecnología e infraestructura entre la escuela pública y la privada. Los chicos que cursan en una escuela privada, muchas veces, aprenden contenidos diferentes a los de la escuela pública. Las desigualdades se agudizan en la escuela secundaria.
El sexto reto se refiere a la reestructuración del sistema de salud. La atención primaria atraviesa una fuerte dificultad y es que, toda la red de hospitales –que ha mejorado en infraestructura- está siendo utilizada por la población como atención primaria y secundaria. Esto implica que una persona, ante cualquier eventualidad, no va al centro de su barrio, sino que se dirige Hospital. Ello provoca una sobrecarga, una saturación y colapso en la atención de pacientes.
Finalmente, el séptimo eje apunta al mejoramiento de las condiciones de vida en los ejes menos visibles: comunidades aborígenes, personas con discapacidad, violencia de género y trata de personas. Es decir, junto con los programas universales debemos avanzar en acciones específicas en los grupos que tienen sus derechos vulnerados.
Argentina es un país con muchas capacidades, treinta años de democracia, un territorio vasto e importantes recursos naturales. El contexto internacional, más allá de los vaivenes actuales, parece darnos una nueva oportunidad que no debemos desaprovechar.
viernes, 11 de octubre de 2013
Daniel Arroyo en UCES
El martes 15 a las 18:30, Daniel Arroyo estará participando en el seminario "La dimensión social de la RSE. ¿Cómo integrar las nuevas generaciones a la Empresa?" en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales.
jueves, 10 de octubre de 2013
Ni-Ni: Los hijos de desencanto
Por Silvana Melo
Publicado en Argenpress el día miércoles 9 de Octubre de 2013
No ha hecho demasiado el mundo como para abonarles la esperanza. El país les ha jugado con cartas marcadas. Les ofreció a buen precio mentiras de oro. Que en sus manos fueron tierra seca. Barro, tal vez. Les imponen como corona y sambenito un nombre surgido del desdén: “ni-ni”. Dejan de ser chicos y chicas de 15 para arriba, expulsados de la escuela y con la puerta del mercado laboral cerrada en la nariz, para ser ni-ni. Ni estudian ni trabajan. Son los que llevan en ese llano que baja de la clavícula una angustia nudosa, difusa. Una sensación vaga de sin sentido. Un para qué infinito como un pantano del que no se emerge.
No son exclusividad de estas tierras de fin de mundo. También en España y México centenares de miles son arrastrados por los oleajes del desasosiego. Como los pibes esquineros de por acá, los pibes de las ochavas que se reúnen en los horarios cívicos en que se trabaja o se estudia. Y despliegan su ritual extendido de birras y faso. “Generación Nini” ya tiene impulso para incorporarse en el diccionario de la RAE. No hay energía anticinética que tuerza el rumbo. Sí hay lenguaje que lo legitime. Y lo vuelva perdurable.
Cifras
En 2010, el presidente de la Comisión de Pastoral Social Jorge Casaretto, les decía a unos 1500 docentes que el país debía "ocuparse de los 900.000 jóvenes de todo el país que no estudian ni trabajan". El número se replicó escandalosamente en las tapas de todos los diarios.
Para la Universidad Católica (sobre los datos del INDEC) son entre un 10 y un 15% de “la población juvenil del país, grupo compuesto principalmente por mujeres”.
Para el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), “en el tercer trimestre de 2012 había 850.000 en el país: el 13,2% de los jóvenes de entre 15 y 24 años; las dos terceras partes son mujeres, muchas de las que hacen trabajo doméstico en sus propias casas.
Para la Encuesta de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica, en 2012 llegaban al 17,4% de los jóvenes de 18 a 24 años. Cuando se baja a los barrios de los confines, son tres de cada diez.
Para el licenciado Daniel Arroyo, ex viceministro de Alicia Kirchner y ex ministro de Daniel Scioli, son 900.000 entre 16 y 25 años.
Para el economista e investigador Martín Tetaz, son 1.311.308. El 18,9% de los jóvenes de entre 15 y 24 años.
Para el politólogo Fabián Repetto, son 810.911.
Doscientos mil
Hay diferencias casi de 200.000 entre unas cifras y otras. Doscientas mil historias, doscientas mil rebeldías ahogadas, doscientas mil angustias, doscientas mil brújulas extraviadas, doscientos mil padres de 15, madres de 14, entrampados en la celda del no deseo.
Números y porcentajes que son más o menos. Como si fueran fósforos de una caja que nunca da 222. Como si fueran tornillos en la uniformidad de la ferretería. Atrapados por la resignación sistémica y posibilista: es lo que hay. No vienen topadoras de la mano contraria para desandar el camino que te construyeron para que tropieces diez veces por paso. Es que el sector privado crea poco empleo, dicen los analistas. Y la suba en los costos de contratación (hay que pagarles un salario mínimo de 3.300 pesos) y despido de trabajadores “hace que las empresas sean cada vez más selectivas para contratar personal”.
Los jóvenes no tienen experiencia. Por lo tanto no tienen antecedentes ni referencias. Para ellos la oferta es la precariedad. El empleo sin registro. Los adolescentes de 15 no pueden trabajar legalmente. La ley 26.390/2008, en su artículo segundo, “eleva la edad mínima de admisión al empleo a dieciséis (16) años”. Sin embargo son incluidos en las estadísticas de ni-ni. La escuela los abandona en el primer barquinazo y la ley les prohíbe trabajar. Quien los emplea ingresa en la ilegalidad. Su destino de calle y de intemperie es cuidadosamente moldeado.
Si encuentra una changa, “cuando vuelve al barrio gana menos que el que vende drogas o está vinculado a la política”, dice Daniel Arroyo a APe. Entonces “se pregunta si trabajar tiene sentido”.
Madres
La maternidad aparece cada vez más temprano. Tal vez en la misma colectora que la apatía y la desgana. En el da lo mismo del presente continuo. O acaso para buscar desesperadamente sentido. En otra vida que en poco tiempo será dos intemperies. El 30% de las madres son menores de 24 años. Los ni ni suelen ser padres y madres. Y son niños con sus hijos.
Las mujeres ni ni suelen ser madres en soledad. "A la edad de los 24 años hay 86 mil mujeres que no trabajan ni estudian y hay 14 mil hombres que no trabajan ni estudian. Es buenísimo lo que nos pasó", dice el candidato a senador oficial Daniel Filmus. "La mitad de las mujeres ni-ni tienen niños menores de 5 años. Gracias a la Asignación Universal por Hijo, están en el lugar que tienen que estar, cuidando a los chicos”. Las madres adolescentes parias no disfrutan de la vida solas, con una criatura y 460 pesos de la AUH. Deben abandonar la escuela. Necesitarían trabajar desesperadamente pero si tienen menos de 16 deben emplearse ilegalmente. El Estado no las registra. No les abre guarderías para sus chicos. Les quita la escuela y les pontifica que 460 les alcanza para quedarse en casa, que es donde deben estar.
Hijos de
Su familia es otra matriz de familia: es la tercera generación que creció sin ver a sus padres y abuelos con empleo seguro. Carecen de moldes, de caminos a seguir. La fuga del estado de bienestar los dejó sin movilidad social ascendente. No es suficiente estudiar para tener un buen trabajo y energía para correr detrás de la felicidad y hasta alcanzarla, tantas veces. “Se produce una sensación de vacío que construye la idea del no futuro. Y una fuerte brecha de desazón”, dice Daniel Arroyo a APe.
Son hijos de una escuela que replica la desigualdad. Que no les cambia la vida ni les abre las puertas a la promoción social. Si el futuro no se ve, la escuela pasa a ser una estructura “intolerable” (Liliana Mayer-Socióloga-UBA).
Son hijos de diez años de un crecimiento a tasas siderales que no pudo, no quiso o no supo transferir esperanza a las generaciones de desencanto. Sí se transfiere dinero en calidad de planes sociales.
Pero el dinero desnudo no evita la angustia de no saber en qué creer. De no entender el para qué del esfuerzo. Si diferir la satisfacción ya no es garantía de comodidad futura. Sólo es extender la desazón del presente al futuro, como una alfombra. Porque paraíso parece no haber. En ninguna de estas vidas.
martes, 8 de octubre de 2013
"Si no dimos vuelta la situación social en 15 años, fracasamos como generación"
Por Silvana Melo
Publicado el Domingo 6 de Octubre del 2013 en el diario El Popular
Publicado el Domingo 6 de Octubre del 2013 en el diario El Popular
Son 900 mil. No trabajan ni estudian. Les cuesta sostener el ritmo laboral. Sienten que la escuela secundaria no les cambiará nada. Y que trabajar tiene poco sentido: gana más el dealer o el que se vincula con la política. Crecieron sin ver trabajar a padres y abuelos. No tienen movilidad social ascendente. Las políticas sociales que transfieren ingresos se vuelven asistenciales. Y ellos no reconocen ningún futuro por delante. Daniel Arroyo y la generación del desasosiego.
Daniel Arroyo tiene 47
años y seis años de gestión en el Estado. Licenciado en Ciencias Políticas, se
especializa en el diagnóstico de los quiebres sociales en el país,
fundamentalmente los que atraviesan a la adolescencia y la juventud. Arroyo,
después de ser funcionario de Alicia Kirchner durante la presidencia de Néstor
(2003 – 2007), encabezó dos años el caliente Ministerio de Desarrollo Social de
la Provincia. El
problema social más serio y complejo de estos tiempos define, son los 900 mil
jóvenes que no estudian ni trabajan en el país. Sin enunciados acusatorios ni
demagogias de infancia penalmente imputable, habla de las políticas sociales
asistenciales que hay que reconvertir para no perder una generación entera en
el camino.
-La situación de un
sector amplio de la adolescencia y la juventud se define, en los últimos años,
con el fenómeno "ni-ni". ¿Es éste uno de los problemas sociales más
profundos de la Argentina ?
-El país tiene hoy 900
mil jóvenes de 16 a
25 años que no estudian ni trabajan. Hay un problema de pobreza, de
informalidad laboral, de desigualdad, pero el núcleo central del problema tiene
que ver con los jóvenes que no estudian ni trabajan. Están en la esquina sin
hacer nada o están un tiempo en la escuela, no logran mantenerse y quedan
afuera o están un tiempo en el trabajo, no logran mantenerse y se quedan
afuera. No son jóvenes que nunca estudian y nunca trabajan sino que no logran
mantenerse en ninguno de los dos mundos.
-¿Cómo se origina y en
qué etapa de la historia reciente un problema que parece estar enraizado con
los profundos quiebres de los últimos veinte años?
-La explosión aparece en
los 90, sobre todo a mediados, con la primera crisis económica fuerte, el
efecto Tequila. Hoy tenemos tres elementos clave: venimos de tres generaciones
de jóvenes que no han visto ni a sus padres ni a sus abuelos trabajar. No
tienen problema con la tarea, les toca ser repositor, tornero y lo hacen bien.
Pero les cuesta sostener el ritmo de ir todos los días a trabajar ocho horas.
No es un problema de tarea, sino de sostén del ritmo laboral. A estos jóvenes
se los puede dividir en cuatro: los que no estudian ni trabajan, los que
trabajan, los que trabajan y estudian y los que sólo estudian. Todos tienen
problemas. El que trabaja, cuando vuelve al barrio gana menos que el que vende
drogas o está vinculado a la política. No es el modelo en el barrio. El pibe se
pregunta si trabajar tiene sentido cuando engancha una changuita. Es una
característica de los grandes centros urbanos.
-El Estado cambió empleo
por clientela y muchas familias quedaron atadas a ser clientes de una oficina,
de un Ministerio, de un puntero…
-El Estado se retira,
privatiza y produce un efecto de desindustrialización. Son hijos de la caída
del proceso industrial. Son jóvenes de familias que tienen ingresos porque se
han extendido las transferencias de ingresos a través de planes sociales. La
política social en la
Argentina equivale a 43 mil millones de pesos. 38 mil son
transferencias de dinero. Entonces son jóvenes con familia con una base de
ingresos, que les da una base de arranque pero no tienen resuelto su problema
de entrada al mundo laboral o al educativo. No tienen un mecanismo de movilidad
social ascendente. Alguien para que le vaya bien en la vida debería estudiar,
trabajar o hacer las dos cosas. Pero ese esquema se quebró.
-La escuela fue y
debería ser una pata fundamental de la movilidad social…
-Hasta los 70 y 80 el
esquema era el estudio, el trabajo que era estable y el ascenso de categorías,
siempre en un camino de mejoramiento. Hoy la escuela está desbordada. Nosotros
somos la primera generación de adultos que no tenemos capacidad para
transmitirles conocimientos a los jóvenes porque la tecnología quebró el
esquema. Antes era ‘mi abuelo sabe, le enseñó a vivir a mi papá, mi papá me
enseñó a vivir a mí y yo les enseñaré a vivir a mis hijos’. Eso se quebró.
Porque un joven accede al conocimiento de la tecnología mejor que sus padres. A
nivel escuela pasa lo mismo. El pibe se aburre en la escuela, sale y se pone a
chatear con cinco personas en cinco continentes distintos. El joven pobre o no
pobre, accede a la información. El modelo anterior era ‘yo en la escuela
aprendo’. Hoy aprende fuera de la escuela. Antes era ‘la escuela me forma para
el trabajo’. Hoy no queda claro para qué terminar el secundario.
-Y además existe un
modelo de familia distinto, que el Estado todavía no registró…
-El 30% de las madres
son menores de 24 años. Cuando hablamos de jóvenes ‘ni ni’ estamos hablando de
padres a la vez. Es una situación nueva para ellas/ellos y una problemática muy
fuerte que debería llevarnos a replantear qué cosa es la familia y que será en
los próximos años.
-¿Cómo analiza la nueva
marginalidad a partir de la entrada de la droga en los barrios?
-Estas tres puntas,
trabajo, escuela y familia, están cruzadas por la extensión de la venta de
droga frente a cada escuela o en el barrio. La mayor parte de los jóvenes
tienen mecanismos para acceder a la droga. El chico está hacinado en la casa,
no tiene lugar, no tiene dónde estar y se va a la esquina. En la esquina
empieza a consumir paco porque si no consume no se integra al barrio,
rápidamente tiene un problema de salud pero también de endeudamiento. Cuando se
endeuda hay un vivo que se le acerca para plantearle cualquier idea para
cancelar esa deuda. En los grandes centros ese ciclo son seis meses:
hacinamiento, adicción, endeudamiento. Y se completa con todos nosotros
diciendo ‘estos chicos son los culpables de todo, hay inseguridad porque están
estos chicos’. Entonces es la profecía autocumplida: un pibe que arrancó
sintiendo que no tenía futuro y llegó a la conclusión de que no tiene futuro.
-Usted ha hablado de
varios quiebres. Pero también existe el quiebre de la mirada del Estado: sus
números hablan de un 22% de pobreza estructural, para el Gobierno es el 5,4%.
Usted dice que la brecha entre ricos y pobres es de 22 a 1; para el Gobierno es de
13 a 1.
Un candidato a senador sale a festejar que existan los ni- ni porque son las
mamás jóvenes que gracias a la asignación están donde deben estar: en la casa
cuidando a sus hijos. ¿Cómo se hace cuando se vive en dos mundos distintos?
-El gran problema es que
tenemos que darle visibilidad al tema e instalarlo en la agenda pública. Cuando
hay estadísticas que lo minimizan, tiende a desaparecer. Ese quiebre es
complejo además porque si las temáticas duras se instalan es más fácil llegar a
acuerdos para resolverlas. Cuando se trata del problema de las adicciones, los
jóvenes tienen la idea de que uno puede entrar y salir y que un poco es
manejable. Otro quiebre transversal tiene que ver con la falta de modelos. Al
quebrarse el esquema de movilidad, ya no existe el ‘yo quiero ser como mi papá
o mi abuelo y para eso tengo que estudiar y trabajar’. No queda claro qué
formas hay para alcanzarlo y se produce una sensación de vacío importante que
construye la idea de no futuro. Algunos jóvenes se enganchan con lo colectivo,
con la política, pero el grueso comparte esa idea de no futuro, de no estar en
ningún lugar en concreto. Y esto les abre una fuerte brecha de desazón.
-¿Cómo construir algo
diferente?
-Tenemos que lograr que
las empresas busquen jóvenes. Para esto se les deben dar exenciones impositivas
claras. Son 900 mil jóvenes que si van a parar al Estado lo hacen explotar. Hay
que construir una red de 20 mil tutores, una maestra, un cura, un técnico de un
club de barrio, un pibe de la esquina, el pastor, una red de creíbles. Cuando
un chico hace días que no va a la escuela, que no va a trabajar, golpear la
puerta de la casa y decirle ‘dale, ponete las pilas, rescatate’. Es reconstruir
y ayudar a reconstruir. Armar una red para reconstruir a un sector en crisis
fuerte y profunda. Si no hay red no va a funcionar ningún programa para
jóvenes. Y se construye de abajo hacia arriba. Si yo voy a un pibe de Olavarría
y le golpeo la puerta me va a decir vos quién sos. Si lo hace la maestra piola
o el profe tiene otro condimento. Hay que repensar mucho lo que se está
haciendo. Transformar el eje de las políticas.
-Pero mientras tanto nos
estamos llevando puestas a un par de generaciones de pibes.
-Si nosotros nos
llevamos puesta a una generación de pibes estaríamos cometiendo un pecado
inmenso. Porque a nosotros nos tocó vivir 15 años con la economía para arriba.
Diez años con la economía creciendo al 8% anual y todo indica que en los
próximos cinco va a crecer al 3, 4%. Si en 15 años no dimos vuelta la situación
social hemos fracasado como generación.
Unidad económica
-Un sector amplio de la
adolescencia y la juventud está estragado por la droga. E institucionalmente
existen complicidades y connivencias policiales, entre otras. ¿Cómo se controla
la venta en el barrio si la llave la tienen el puntero o la fuerza de
seguridad? ¿Cómo si los chicos ven como futuro la posibilidad de ser dealer o
policía?
-Hay que crear una
unidad especial para controlar la venta de drogas. Ir y cortarla directamente.
La oferta de droga quiebra todo. Una unidad especial por fuera de la
institucionalidad que hoy existe. Hay que crear otra cosa. Hoy una familia se
pregunta si no le conviene poner una cocina de paco; porque saca cuentas y
entiende que eso es una unidad económica. No sólo es una problemática social.
Transferencias
-La Asignación por Hijo es
una de las transferencias de ingresos más grandes y democráticas de las últimas
décadas. ¿Considera que hay que modificarla para que tenga alguna posibilidad
de transformación?
-Creo que hay que ir a
un nuevo ciclo de políticas sociales, pero tomando las que están como base. No
quitando lo que está. No es lo mismo que la familia tenga ingreso y que no lo
tenga. Las políticas sociales se pueden dividir en dos: en problemas de primera
y de segunda generación. En los problemas de primera, hablamos de subsistencia,
de hambre, que era la
Argentina de 2001. Los problemas de segunda generación son
trabajo, escuela, movilidad social ascendente, desarrollo local. La primera
parte la hemos resuelto bastante. No hay problemas de hambre generalizado. En
la segunda parte, todo lo que se hace es transferir dinero. Se trata de
problemas de segunda generación pero se aplican soluciones de subsistencia,
asistenciales. La AUH
tiene que quedarse por muchos años y construir una base a partir de ahí.
lunes, 7 de octubre de 2013
Daniel Arroyo en Radio FILE
Hoy a las 11 hs Daniel Arroyo estará junto a Cristina Leiva en La Argentina Social tratando el tema "Infraestructura Urbana Básica".
viernes, 4 de octubre de 2013
Daniel Arroyo en La Cumbre Global de Liderazgo
Este 8 de Noviembre Daniel Arroyo estará participando en La Cumbre Global de Liderazgo que se realizará en la ciudad de Rosario.
jueves, 3 de octubre de 2013
Daniel Arroyo en la Federación Odontológica de la Provincia de Buenos Aires
Mañana viernes 4 de Octubre se realizará una nueva clase del Curso de Formación de Odontólogos Comunitarios de la FOPBA que buscar potenciar, a través de herramientas pedagógicas, la formación de los profesionales con fuerte compromiso social.
Daniel Arroyo, aportará dictando el taller "Planificación sobre Políticas Sociales", haciendo un recorrido por los temas más importantes del área, tales como:
- La situación social en la Provincia de Buenos Aires.
- Los tipos de políticas públicas de reducción de la pobreza.
- El diseño de programas de articulación entre la salud y la mejora de las condiciones de vida.
- Planificación de políticas de desarrollo local.
miércoles, 2 de octubre de 2013
Daniel Arroyo en radio Continental y radio El Mundo
Hoy Daniel Arroyo estuvo conversando con Darío del Arco de radio El Mundo y Alfredo Leuco de radio Continental sobre la situación social de los jóvenes en Argentina, las propuestas y desafíos que tenemos para los próximos años.
martes, 1 de octubre de 2013
Los "ni-ni": 900 mil jóvenes que ni estudian ni trabajan en la Argentina
Publicado en Perfil el día viernes 27 de Septiembre
Tienen entre 16 y 24 años. Expertos piden "rediseñar los planes sociales de ayuda".
Al menos 900.000 jóvenes de 16 a 24 años no estudian ni trabajan en el país, en un contexto nacional de pobreza estructural que afecta al 22 por ciento de la población y de desigualdad social que triplica la que había en la década del setenta.
Ese panorama fue trazado esta mañana en esta ciudad patagónica por el secretario de Política y Desarrollo de la Nación entre 2003 y 2007, Daniel Arroyo, en el marco de la 34 Convención Anual del Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas (IAEF) que se realiza en el hotel Llao Llao, en la apertura del segundo día de debates. El ex funcionario instó, en ese contexto, a "desconcentrar y rediseñar los planes sociales de ayuda" que ofrece el Estado nacional, en virtud de que "el 70 por ciento de ellos está en manos de la Nación, el 23 por ciento en el nivel provincial, y sólo el 7 por ciento a cargo de los municipios, que son los que saben las necesidades específicamente locales".
"Tenemos a nivel país por lo menos 900.000 jóvenes que no estudian ni trabajan, la generación 'ni-ni'", planteó Arroyo durante su disertación, en la que, con cifras, contradijo los números oficiales, especialmente en materia de empleo.
En ese marco, dijo que hay en el país "22,3 por ciento de pobres estructurales", cuando para el Gobierno, según la medición difundida en abril correspondiente al segundo semestre de 2012, es de 5,4 por ciento.
En igual sentido, Arroyo remarcó que la brecha de ingresos entre ricos y pobres es de 22 a 1, cuando para el Gobierno es de 13 a 1. "En la década del '70 era de 7 a 1, y durante la crisis de 2001, de 44 a 1. La desigualdad social sigue siendo muy alta en la Argentina, y es causa de violencia social", advirtió.
En materia de ayuda social, el analista admitió una mejora respecto de lo que ocurría "hace diez años, cuando era de 4.600 millones de pesos. Hoy es de 43.000 millones, pero el desafío es transformar esa ayuda en un puente al empleo". "Y para que quien recibe un plan se anime a dejarlo porque puede conseguir un trabajo, hay que reducir la incertidumbre. La gente pobre decide con racionalidad, y se pregunta '¿por qué voy a dejar de recibir el plan de ayuda si no sé cuánto me puede durar un trabajo?'", remarcó.
Al respecto, sostuvo que es necesario aplicar "un esquema de 'empalme', de modo tal que quien cobra un plan y consigue trabajo, pueda mantener ambos por seis meses. Luego, de mantener el trabajo, al año cobraría el 80 por ciento del plan y a los 18 meses el 60 por ciento". "Pero de vuelta, el gran desafío es saber qué va a pasar", insistió.
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