Publicado por La Voz el día sábado 30 de noviembre de 2013
¿A qué se denomina segunda generación de políticas sociales?
–Creo que los problemas sociales se pueden dividir en dos tipos: de primera y de segunda generación. De primera son los que tienen que ver con el hambre, con la subsistencia, con tener lo mínimo, que eran exactamente los problemas que tenía la Argentina en el 2001. Los problemas sociales de segunda generación tienen que ver con la movilidad social, con mejorar la calidad de la educación, de la salud, con incluirse en el mundo del trabajo. Es lo que tiene que ver no con la subsistencia de la persona sino con su integración. Yo diría que la Argentina, en general, ha resuelto los problemas de primera generación. No hay, en general, un problema de hambre en la Argentina. No es que en algunos lugares no haya zonas críticas, pero la situación del 57 por ciento de pobreza y el 28 por ciento de desocupación del 2001, hoy no se da.
–¿Cuáles serían los problemas de segunda generación que identifica?
–Básicamente, para mí, son cinco. Uno es la pobreza estructural: seguimos con cerca de un 23 por ciento de pobreza extrema. Dos, la informalidad económica: la gente que trabaja y no tiene recibo de sueldo y se encuentra en una situación precaria y complicada, que es el 34 por ciento del mundo del trabajo. En tercer lugar, la desigualdad, que a mi modo de ver es una de las razones de la violencia social en Argentina. La desigualdad entre los que tienen más y los que tienen menos, los que están con la ñata contra el vidrio: yo no tengo nada y a la vuelta de mi casa hay uno que tiene todo. Con lo cual surge la bronca, la tensión. Una de las razones de la violencia en Argentina es la desigualdad. El cuarto problema diría que es la presencia de 900 mil jóvenes de 16 a 24 años que no estudian ni trabajan, y este es el punto más crítico. El quinto problema es la cuestión de la escuela secundaria: hay un 40 por ciento de deserción. Todos esos son problemas de segunda generación cruzados por otras dos cuestiones.
–¿Y esas dos cuestiones?
–Uno es el avance del narcotráfico, de las adicciones, la venta de drogas en los barrios. Y un segundo tema es la violencia en el hogar. La Argentina no tiene un fenómeno de explosión social, no es que uno sale a la calle y está toda la gente peleándose entre sí, sino que hay un fenómeno de implosión social, que es producto del mal vivir. Lo que le quema la cabeza a una persona es vivir hacinada, no tener lugar en la casa, no tener trabajo, viajar mal en tren, en colectivo, en subte. En los grandes centros urbanos pasa eso, con lo cual ese mal vivir cotidiano lleva a pelearse con la mujer, con el hijo, con la maestra, con el médico en el hospital. Creo que la violencia en Argentina, en el hogar, tiene que ver con una vida cotidiana complicada. Estos, con los cinco puntos anteriores que le mencioné, conforman los problemas de segunda generación y obligan a hacer políticas sociales distintas de las que se están haciendo.
–¿Qué programa social priorizaría hoy?
–Es obligación dar respuesta a todos los problemas. Creo que lo que hoy se está encarando en políticas sociales en Argentina está llegando a su límite. Se han aplicado programas que han ayudado a mejorar, está claro que no estamos en la situación del 2001, pero hace cuatro o cinco años que está trabada la situación y que no ha mejorado. Una política que para mí es clave encarar en los próximos años es el derecho al primer empleo, empresas que tomen jóvenes y tengan una reducción impositiva para que les convenga tomarlos. Eso acompañado de una red de 20 mil tutores: una maestra, un cura, un líder barrial. El tutor sería la persona más creíble. El problema de los jóvenes hoy no es hacer una tarea, trabajar, sino ir todos los días ocho horas a un lugar, obtener el ritmo. Si un pibe tiene que ir a trabajar a un supermercado va y lo hace bien. El tema es construir un método. El tutor, tres veces por semana, debería ir a ver al joven, golpearle la puerta, decirle “ponete las pilas, rescatate”, contactar con la escuela, el trabajo. O sea, un primer cambio con los jóvenes es el derecho al primer empleo y una red de 20 mil tutores que acompañe, que es una tarea para ayudar a rescatar a una generación sin empleo.
–¿Cómo ve la experiencia de Córdoba con el programa Primer Paso?
–Es una buena experiencia, a la que hay que darle más escala, pero es una buena base para replicar en el resto del país. Una segunda política que hay que hacer es en la escuela secundaria, un sistema dual que para que un chico además de estar en la escuela pueda hacer una pasantía, hacer las dos cosas a la vez, no sólo porque puede ayudar a la familia sino para que pase a integrarse a la cultura del trabajo. Hoy la mitad de los jóvenes que son desocupados no tiene el secundario completo. Un pibe termina la escuela secundaria y no le queda claro adónde ir. Un tercer cambio que hay que hacer en esto de nuevas políticas es el tema de masificar el crédito, hoy tenemos cuatro millones de personas que son cuentapropistas: plomeros, gasistas, carpinteros, pequeños hacedores que como no acceden al crédito, trabajan a media máquina. Se les rompe algo y como no tienen créditos para renovar la máquina que se les rompió, hacen pocas cosas y ganan poca plata. Un pibe que pone un taller mecánico y no tiene crédito para comprar un escáner y la computadora no puede trabajar bien, sólo puede recibir autos viejos, sin motor a inyección, y gana menos. Hay que masificar el crédito a tasa baja, con subsidio de tasa por parte del Estado, porque si no se masifica el crédito no va a bajar la pobreza en Argentina.
–¿También hay una cuarta política?
–Sí, la cuarta política tiene que ver con la descentralización. Hoy al 70 por ciento de la política social lo tiene la Nación; el 23 por ciento, todas las provincias juntas; y siete por ciento, los municipios. Así como si no se modifica el crédito no se acaba la pobreza, si no se descentraliza y transfiere recursos a nivel local, la cosa no va a cambiar.
De hecho hay muchas ideas, propuestas a nivel local que no se ponen en marcha porque la gente no tiene con qué. Y luego hay que hacer una buena política fuerte que combata la venta de drogas, si no todo lo que dije va a ser como remar en dulce de leche. Mi opinión es que hay que crear una unidad de combate por fuera de las fuerzas de seguridad que combata la venta de drogas en serio, que corte la venta, porque si no se nos va a complicar mucho. La venta de drogas no es sólo un problema social sino una cuestión económica: hoy una familia se pregunta si no le conviene poner una cocina de paco y que esa actividad económica le sea más rentable que trabajar. En Córdoba, Rosario, Buenos Aires, el ciclo es: un chico está hacinado en la casa, no tiene lugar, va a la esquina, empieza a consumir, casi siempre paco porque si no consume no se integra al barrio, luego puede tener un problema de adicción pero rápidamente es un problema de endeudamiento, no sólo tiene un problema de salud sino que debe plata y cuando se endeuda viene un vivo a plantearle una idea para saldar esa deuda.
–¿Cómo se consigue descentralizar el manejo de fondos en un esquema de Estado nacional “Papá Noel” que trae o deja de traer fondos según simpatías políticas?
–Me parece que se consigue con un cambio de ley de coparticipación y revisando todo. Pero en las políticas sociales es más rápido porque únicamente hay que tomar la decisión de transferir. Hay que preguntarse qué cosa es centralizada y para todos igual. En la Asignación Universal por Hijo, un chico de Cosquín, de Clorinda en Formosa o en provincia de Buenos Aires está en igual situación, eso es nacional, es igual para todos. Ahora, lo que tiene que ver con el desarrollo local, los emprendimientos productivos, con apoyo a jóvenes, programas locales, hay que descentralizarlo, es un tema de voluntad política. Hoy la centralización sirve para la crisis. En 2003, había que centralizar e ir para adelante, pero en las etapas en las que se va tras el desarrollo, en la segunda generación de políticas sociales, no es posible centralizar, hay que transferir y descentralizar. Mi opinión es que hay varias condiciones para hacerlo y hay que tener voluntad política. Una discusión grande es la ley de coparticipación, pero algo más concreto son los 43 mil millones de pesos, cómo hacemos hoy para que no esté el 70 por ciento arriba sino que quede sólo un 30 por ciento arriba, que se descentralice el 70 por ciento y que sea igual para todo. Otra parte es que de los 43 mil millones de pesos; 38 mil son transferencias de dinero, dinero directo a las personas por asignación por hijo, pensiones u otros programas. La política social transfiere dinero que da base de arranque a la familia, promueve la economía local, porque la mamá que cobra 460 pesos por niño o 1.700 por estar en una cooperativa va a comprar cerca de la casa, mueve la economía local.
Estado empleador
–Se habló de que ese tipo de medidas sirven para combatir el clientelismo, aunque sigue habiendo lugares donde no sucede eso. Pienso en algunas provincias del NOA y su gran uso clientelar de los fondos nacionales, atados a políticas de empleo público precario.
–Bueno, el gran empleador en Argentina en los últimos años ha sido el Estado. Si uno ve la creación de empleo del 2003 al 2007, se crearon altísimos niveles. Cae en 2008 y 2009, y en los últimos años vuelve a crecer. Está claro que hay que repensarlo, ver el desarrollo local, en cada región ver cuáles son las cadenas productivas, qué características tienen, qué forma de incentivo especial hay que generar para el NOA y el NEA que promuevan determinadas cadenas productivas y en función de eso vincular la posibilidad de que las personas puedan entrar en determinadas actividades.
Hay que unir la política social con la política económica. Uno a la política social la ve siempre como algo parcial, siempre la discusión es si hay que dar pescado y asistir o enseñar a pescar y capacitar. Mi idea es que hay que ir más allá, que el paradigma en la política social tiene que ser dar pescado, enseñar a pescar y garantizar que haya peces en la laguna: asistir y capacitar pero fomentar la inversión, el desarrollo económico productivo, las cadenas de producción, hay que revisar todo este esquema donde el Estado es un actor central pero no el único. No hay desarrollo sin un sector privado que dinamice y funcione; está bien que con muchas regulaciones y control del Estado, pero el mercado tiene que funcionar.
Perfil
Trayectoria. Daniel Arroyo fue secretario de Desarrollo Social en la presidencia de Néstor Kirchner y luego repitió esas funciones en la gobernación de Buenos Aires, con Daniel Scioli. Hoy trabaja con los equipos técnicos del diputado nacional electo Sergio Massa. Es asesor del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y de la Comisión Económica para América latina y el Caribe (Cepal), director ejecutivo de Poder Ciudadano y especialista en gestión de políticas públicas.