Publicado en Ámbito.com hace algunos días.
El Gobierno lanzó un programa para atender la situación de los Ni -Ni, aquellos jóvenes que no trabajan ni estudian. Según estiman las autoridades oficiales el incentivo para que estudian lo recibirán más de 1.500.000 jóvenes de los sectores de menores ingresos. Si bien la jefa de Estado no hizo mención directa al flagelo del narcotráfico la presencia destacada del titular del Sedronar, Juan Carlos Molina, dio a entender que la intención oficial es brindarles una alternativa para su futuro. "Es una buena iniciativa", señaló Daniel Arroyo, exviceministro de Desarrollo Social bonaerense a ámbito.com en referencia al programa que lanzó el Gobierno para incentivar que los jóvenes de 18 a 24 años estudien.
"La situación social tiene tres datos críticos" ya que uno de cada cuatro argentinos es pobre, una de cada tres personas que trabajan no tiene obra social, no tiene jubilación, no tiene vacaciones pagas y hay 900.000 jóvenes de 16 a 24 años que no estudian ni trabajan. Así lo indicó el exfuncionario.
Para Arroyo "la inflación viene a complicar todo" a lo que se suma que "hay un parate de las changas", de donde los ingresos no le alcanzan a los sectores de menores recursos por la caída en el valor real de los planes sociales y las menores posibilidades de realizar changas. Y a ello se suma, explicó, un problema de "sobreendeudamiento" pues "gran parte de los sectores pobres con fotocopia del DNI terminan tomando créditos al 90 o al 100% anual".
Arroyo advirtió sobre la pérdida de "manejo de la calle", porque, según su opinión, "la Argentina es fragmentación". Al respecto explicó que los distintos actores, es decir los punteros políticos o la Iglesia, entre otros, "cada uno tiene un poquito", pero alertó que "van perdiendo frente al avance del narcotráfico".
El dirigente cuestionó que "el pibe que trabaja, que engancha un laburito cuando vuelve al barrio, gana menos que el que vende drogas o está vinculado a la política". También criticó que una familia llegue a preguntarse "si no le conviene poner una cocina de paco, antes que cualquier otra actividad". Y concluyó que esta situación va desplazando también al puntero político: "El puntero político ya no domina la calle, porque la domina el que vende droga".
A los efectos de combatir el problema del narcotráfico, Arroyo señaló la necesidad de fortalecer los valores, por un lado, y por otro la generación de políticas. En tal sentido se pronunció por la creación de "una unidad especial de combate a la venta de drogas por fuera de las fuerzas de seguridad", ya que, a su juicio "lo que no tiene que haber en la Argentina es alguien que venda drogas".
Además de la creación de esta unidad especial de combate a la venta de drogas, consideró necesario asegurar el derecho al primer empleo. "Todo joven tiene que tener una primera experiencia laboral, mientras termina la escuela o porque hay una exención impositiva en empresas", sostuvo. Y también remarcó la necesidad de que todos los terminen la escuela secundaria.
Periodista: ¿Que opinión le merece el programa PROGRESAR que anuncio la presidenta?
Daniel Arroyo: Es una buena iniciativa que debería ser reforzada con tutores para que el joven este acompañado en el proceso de estudiar. Uno de los problemas es que no tienen la constancia de continuar. Asimismo, incentivar políticas para que las empresas tomen a los jóvenes o los ayuden para, por ejemplo, comprarse las herramientas.
P.: ¿A cuánto asciende la pobreza en la Argentina?
D.A.: Yo diría básicamente que la situación social tiene tres datos críticos. El primero: 25% de pobreza. Uno de cada cuatro argentinos no tiene piso de material, no tiene los servicios básicos, no le alcanza lo mínimo. El segundo dato es el 32% de informalidad laboral. Una de cada tres personas que trabajan no tiene obra social, no tiene jubilación, no tiene vacaciones pagas. Y el tercer dato es que hay 900.000 jóvenes de 16 a 24 años que no estudian ni trabajan. Si uno tuviera que decir dónde está la foto social crítica, yo diría que es esa. La inflación viene a complicar todo. Me parece que hoy tenemos un fenómeno en tres partes, que se da en los sectores pobres. Uno es que nadie sabe cuánta plata hay que tener en el mes ni qué se compra con $100, con lo cual es la dinámica de siempre estar corriendo detrás. Dos, que hay un parate de changas, un parate en la construcción y en la industria textil. Entonces a la persona no sólo le alcanza menos por el plan social, sino que le entra menos por changas. Y tres, que hay un sobreendeudamiento. Gran parte de los sectores pobres con fotocopia del DNI terminan tomando créditos al 90 o al 100% anual. Hoy están pagando lo que no les entra. Con lo cual la inflación siempre les golpea más porque los sectores pobres gastan casi todos sus ingresos en alimento y transporte.
P.: Y a veces quizás no miden y gastan un poco más...
D.A.: Así como alguien tiende a gastar porque no sabe cómo ahorrar, lo mismo pasa con alguien que trata de ver cómo resuelve su problema. Todo eso está generando un malestar complicado. Al problema social y a la inflación, yo creo que en los grandes centros urbanos - en Rosario, en Córdoba, en el conurbano bonaerense-, se le agrega el tema de la venta de drogas, que se ha extendido fuerte: en frente de cualquier escuela hay alguien vendiendo paco. Y el acceso a armas, con lo cual se genera un malvivir constante y realmente complicado.
P: ¿Hoy la política tiene el control sobre la calle?
D.A.: Claramente, la política es hoy un actor más. La diferencia de América Latina con Argentina es que en una favela de Río de Janeiro el líder narco maneja el narcotráfico y también manda a los chicos a la escuela, las chicas se hacen los controles de salud, es un Estado bueno y malo. Para bien y para mal, hay algo que controla. La Argentina es fragmentación. En un barrio está el que vende paco, el que pone el corralón de materiales, el puntero del partido, la Iglesia que va a dar una mano, todos. Cada uno tiene un poquito, y van perdiendo frente al avance del narcotráfico. El pibe que trabaja, que engancha un laburito cuando vuelve al barrio, gana menos que el que vende drogas o está vinculado a la política. Entonces, ese pibe, lo que dice y lo que ven todos en el barrio, es: "No es por acá el camino, sino que va por otro lado". Una familia se pregunta si no le conviene poner una cocina de paco, antes que cualquier otra actividad. Y eso va desplazando también al puntero político. El puntero político ya no domina la calle, porque la domina el que vende droga.
P. ¿Qué se le contesta a una persona que sale de sol a sol a trabajar, porque cree en la honestidad del trabajo, frente a un vecino que no trabaja pero tiene ingresos?
D.A.: Es complicado. En la Argentina predominan los valores. Los padres les enseñan a los hijos. Los pobres, los que no son pobres, todos. El problema es que al que hace el camino correcto no le va bien. El que trabaja, el que se preocupa, gana menos que el que vende drogas. Entonces, varias veces los hijos se preguntan: "¿no estaré pifiándole?". Junto con ése se da otro fenómeno, que es que un pibe está hacinado en la casa, se va a la esquina, consume, porque si no consume no se integra al barrio. Yo cuando era chico si no jugaba a la pelota, me costaba hacerme un lugar en el barrio. Hoy el que no consume tiene un problema. Cuando consume tiene un problema de salud, una adicción, pero debe plata. Y cuando se endeuda se le acerca algún vivo para plantearle alguna idea para cancelar esa deuda. A mí me parece que acá hay dos planos. Uno, es el fortalecer los valores. Y otro es que hay que generar una política, una unidad especial de combate a la venta de drogas por fuera de las fuerzas de seguridad. Tenemos que cortar la venta de drogas. Lo que no tiene que haber en la Argentina es alguien que venda drogas.
P. ¿Otros países han logrado cortar la venta de drogas?
D.A.: Brasil tiene otro mecanismo porque usa las Fuerzas Armadas, cosa muy compleja en Argentina. Colombia ha avanzado algo en eso. La problemática de la venta de drogas está cruzada con la política, con la policía, varias cuestiones. Una cosa es el narcotráfico y la discusión sobre la producción. Lo otro que necesitamos es que nadie esté vendiendo en un barrio. Quebrar eso es fundamental. Si nosotros no generamos un mecanismo de ese estilo, es difícil. Contra los valores va el realismo puro. Si el camino alternativo va mejor que el camino que uno debe hacer, la verdad es que las palabras se terminan.
P.: Parece bastante difícil que estemos encaminados hacia eso...
D.A.: Yo soy optimista. A mí me parece que la política llegó a la conclusión de que hay un problema con el narcotráfico importante, y que esto repercute en el conjunto de la sociedad. Hace seis, ocho meses, no estaba ese consenso. Yo creo que hay dos o tres cosas que hay que sacar de la discusión política. Uno, tenemos que tener el derecho al primer empleo. Todo joven tiene que tener una primera experiencia laboral. Mientras termina la escuela, o porque hay una exención impositiva en empresas. Dos, hay que crear una unidad especial de combate a la venta de drogas. Acuerdo general. Y tercero, tenemos que hablar de que todos terminen la escuela secundaria. Si nosotros aunque sea avanzáramos por ahí, estaríamos dando un paso en la dirección correcta.
P.: ¿El Gobierno es consciente de esta situación?
D.A.: Yo creo que el Gobierno tiene un diagnóstico social equivocado. Creo que el Gobierno ve que las cosas están mejor que en 2003, lo cual es evidente, pero identifica más problemas de corporaciones, problemas mediáticos. El tema del narcotráfico no lo tomó en cuenta, no lo analizó, no lo vio y recién ahora lo está viendo. Estuvo 10 meses la SEDRONAR sin tener ninguna persona, hoy tiene una persona que se especializa en atención, eso ya es un avance. La cuestión del narcotráfico se la pasa a Seguridad. Es discutible, pero por lo menos alguien la va a tomar. Yo creo que están llegando muy tarde a ese tema, que no lo estaban viendo. Pero además tienen la idea de que la economía va bien, entonces no ve los problemas cotidianos. A mí me parece que hay un error de diagnóstico económico en el gobierno, sobre cómo tratar la inflación; social, de creer que las cosas están bien y no están; y político-institucional: hay una especie de vacío institucional, no queda claro quién toma decisiones. Todo ese paquete complica la vida cotidiana, pero no en teoría: en la práctica. El que está llevando la vida como puede, cuando ve que hay saqueos y que todo da lo mismo, va a manotear, porque dice: "Si no lo hago yo, lo va a hacer otro".
P.: Los valores no se reconstruyen fácilmente. Muchas veces se habló de que las crisis económicas se reconstruyen en varias generaciones. ¿Está "década ganada" va a terminar costando una, dos generaciones?
D.A.: A mí me parece que el concepto de la reconstrucción es más rápido ahora con redes sociales y con varias cuestiones. Y que básicamente lo que tenemos es un quiebre de valores, en el sentido de que al que va por el costado le va mejor que al que va por donde tiene que ir. Esto se reconstruye con ejemplaridad. Y requiere de participación. Mi impresión es que cuando los buenos se retiran quedan los vivos y los inescrupulosos. Si el buen tipo del barrio dice "yo no voy a ser concejal porque después me voy a quemar". Si cada uno entiende que lo suyo no está en meterse en lo público porque tiene miedo a quemarse, les está dejando el espacio a los vivos y a los inescrupulosos. Va a depender de cuánto participemos. Yo creo que se acomodan rápido los valores cuando hay ejemplos. Cuando la sociedad ve que alguien va para algún lado dice: "Caminemos por acá". Si al pibe que estudia y trabaja le va bien en el barrio, todos van a querer estudiar y trabajar. Eso es lo que tenemos que lograr. Arriba y abajo.
P.: ¿El resto de los partidos políticos están tomando conciencia de esto?
D.A.: En mi caso formo parte del Frente Renovador. Me parece que en general la política viene para mejor. Que efectivamente, dentro del peronismo, dentro de la alianza entre el FAP y el radicalismo, se van a construir, por lo menos, personas con otros valores. Mi impresión es que viene una política de gente más abierta al diálogo. Eso es un avance. Ahora, el diálogo es un instrumento. Lo que hay que hacer es romper la venta de drogas, lograr que los jóvenes tengan oportunidades.
P.: ¿Qué hacemos con la Justicia en esta materia?
D.A.: Fui Ministro de la provincia de Buenos Aires, estuve a cargo de los institutos de menores, vi que la Justicia y la policía son parte del problema, y que hay que hacer un cambio profundo, que no es lo que está planteando el Gobierno en términos de una lógica de democratización como se plantea. La Justicia va hoy por un carril paralelo y por fuera de dónde va la sociedad.
Para Arroyo "la inflación viene a complicar todo" a lo que se suma que "hay un parate de las changas", de donde los ingresos no le alcanzan a los sectores de menores recursos por la caída en el valor real de los planes sociales y las menores posibilidades de realizar changas. Y a ello se suma, explicó, un problema de "sobreendeudamiento" pues "gran parte de los sectores pobres con fotocopia del DNI terminan tomando créditos al 90 o al 100% anual".
Arroyo advirtió sobre la pérdida de "manejo de la calle", porque, según su opinión, "la Argentina es fragmentación". Al respecto explicó que los distintos actores, es decir los punteros políticos o la Iglesia, entre otros, "cada uno tiene un poquito", pero alertó que "van perdiendo frente al avance del narcotráfico".
El dirigente cuestionó que "el pibe que trabaja, que engancha un laburito cuando vuelve al barrio, gana menos que el que vende drogas o está vinculado a la política". También criticó que una familia llegue a preguntarse "si no le conviene poner una cocina de paco, antes que cualquier otra actividad". Y concluyó que esta situación va desplazando también al puntero político: "El puntero político ya no domina la calle, porque la domina el que vende droga".
A los efectos de combatir el problema del narcotráfico, Arroyo señaló la necesidad de fortalecer los valores, por un lado, y por otro la generación de políticas. En tal sentido se pronunció por la creación de "una unidad especial de combate a la venta de drogas por fuera de las fuerzas de seguridad", ya que, a su juicio "lo que no tiene que haber en la Argentina es alguien que venda drogas".
Además de la creación de esta unidad especial de combate a la venta de drogas, consideró necesario asegurar el derecho al primer empleo. "Todo joven tiene que tener una primera experiencia laboral, mientras termina la escuela o porque hay una exención impositiva en empresas", sostuvo. Y también remarcó la necesidad de que todos los terminen la escuela secundaria.
Periodista: ¿Que opinión le merece el programa PROGRESAR que anuncio la presidenta?
Daniel Arroyo: Es una buena iniciativa que debería ser reforzada con tutores para que el joven este acompañado en el proceso de estudiar. Uno de los problemas es que no tienen la constancia de continuar. Asimismo, incentivar políticas para que las empresas tomen a los jóvenes o los ayuden para, por ejemplo, comprarse las herramientas.
P.: ¿A cuánto asciende la pobreza en la Argentina?
D.A.: Yo diría básicamente que la situación social tiene tres datos críticos. El primero: 25% de pobreza. Uno de cada cuatro argentinos no tiene piso de material, no tiene los servicios básicos, no le alcanza lo mínimo. El segundo dato es el 32% de informalidad laboral. Una de cada tres personas que trabajan no tiene obra social, no tiene jubilación, no tiene vacaciones pagas. Y el tercer dato es que hay 900.000 jóvenes de 16 a 24 años que no estudian ni trabajan. Si uno tuviera que decir dónde está la foto social crítica, yo diría que es esa. La inflación viene a complicar todo. Me parece que hoy tenemos un fenómeno en tres partes, que se da en los sectores pobres. Uno es que nadie sabe cuánta plata hay que tener en el mes ni qué se compra con $100, con lo cual es la dinámica de siempre estar corriendo detrás. Dos, que hay un parate de changas, un parate en la construcción y en la industria textil. Entonces a la persona no sólo le alcanza menos por el plan social, sino que le entra menos por changas. Y tres, que hay un sobreendeudamiento. Gran parte de los sectores pobres con fotocopia del DNI terminan tomando créditos al 90 o al 100% anual. Hoy están pagando lo que no les entra. Con lo cual la inflación siempre les golpea más porque los sectores pobres gastan casi todos sus ingresos en alimento y transporte.
P.: Y a veces quizás no miden y gastan un poco más...
D.A.: Así como alguien tiende a gastar porque no sabe cómo ahorrar, lo mismo pasa con alguien que trata de ver cómo resuelve su problema. Todo eso está generando un malestar complicado. Al problema social y a la inflación, yo creo que en los grandes centros urbanos - en Rosario, en Córdoba, en el conurbano bonaerense-, se le agrega el tema de la venta de drogas, que se ha extendido fuerte: en frente de cualquier escuela hay alguien vendiendo paco. Y el acceso a armas, con lo cual se genera un malvivir constante y realmente complicado.
P: ¿Hoy la política tiene el control sobre la calle?
D.A.: Claramente, la política es hoy un actor más. La diferencia de América Latina con Argentina es que en una favela de Río de Janeiro el líder narco maneja el narcotráfico y también manda a los chicos a la escuela, las chicas se hacen los controles de salud, es un Estado bueno y malo. Para bien y para mal, hay algo que controla. La Argentina es fragmentación. En un barrio está el que vende paco, el que pone el corralón de materiales, el puntero del partido, la Iglesia que va a dar una mano, todos. Cada uno tiene un poquito, y van perdiendo frente al avance del narcotráfico. El pibe que trabaja, que engancha un laburito cuando vuelve al barrio, gana menos que el que vende drogas o está vinculado a la política. Entonces, ese pibe, lo que dice y lo que ven todos en el barrio, es: "No es por acá el camino, sino que va por otro lado". Una familia se pregunta si no le conviene poner una cocina de paco, antes que cualquier otra actividad. Y eso va desplazando también al puntero político. El puntero político ya no domina la calle, porque la domina el que vende droga.
P. ¿Qué se le contesta a una persona que sale de sol a sol a trabajar, porque cree en la honestidad del trabajo, frente a un vecino que no trabaja pero tiene ingresos?
D.A.: Es complicado. En la Argentina predominan los valores. Los padres les enseñan a los hijos. Los pobres, los que no son pobres, todos. El problema es que al que hace el camino correcto no le va bien. El que trabaja, el que se preocupa, gana menos que el que vende drogas. Entonces, varias veces los hijos se preguntan: "¿no estaré pifiándole?". Junto con ése se da otro fenómeno, que es que un pibe está hacinado en la casa, se va a la esquina, consume, porque si no consume no se integra al barrio. Yo cuando era chico si no jugaba a la pelota, me costaba hacerme un lugar en el barrio. Hoy el que no consume tiene un problema. Cuando consume tiene un problema de salud, una adicción, pero debe plata. Y cuando se endeuda se le acerca algún vivo para plantearle alguna idea para cancelar esa deuda. A mí me parece que acá hay dos planos. Uno, es el fortalecer los valores. Y otro es que hay que generar una política, una unidad especial de combate a la venta de drogas por fuera de las fuerzas de seguridad. Tenemos que cortar la venta de drogas. Lo que no tiene que haber en la Argentina es alguien que venda drogas.
P. ¿Otros países han logrado cortar la venta de drogas?
D.A.: Brasil tiene otro mecanismo porque usa las Fuerzas Armadas, cosa muy compleja en Argentina. Colombia ha avanzado algo en eso. La problemática de la venta de drogas está cruzada con la política, con la policía, varias cuestiones. Una cosa es el narcotráfico y la discusión sobre la producción. Lo otro que necesitamos es que nadie esté vendiendo en un barrio. Quebrar eso es fundamental. Si nosotros no generamos un mecanismo de ese estilo, es difícil. Contra los valores va el realismo puro. Si el camino alternativo va mejor que el camino que uno debe hacer, la verdad es que las palabras se terminan.
P.: Parece bastante difícil que estemos encaminados hacia eso...
D.A.: Yo soy optimista. A mí me parece que la política llegó a la conclusión de que hay un problema con el narcotráfico importante, y que esto repercute en el conjunto de la sociedad. Hace seis, ocho meses, no estaba ese consenso. Yo creo que hay dos o tres cosas que hay que sacar de la discusión política. Uno, tenemos que tener el derecho al primer empleo. Todo joven tiene que tener una primera experiencia laboral. Mientras termina la escuela, o porque hay una exención impositiva en empresas. Dos, hay que crear una unidad especial de combate a la venta de drogas. Acuerdo general. Y tercero, tenemos que hablar de que todos terminen la escuela secundaria. Si nosotros aunque sea avanzáramos por ahí, estaríamos dando un paso en la dirección correcta.
P.: ¿El Gobierno es consciente de esta situación?
D.A.: Yo creo que el Gobierno tiene un diagnóstico social equivocado. Creo que el Gobierno ve que las cosas están mejor que en 2003, lo cual es evidente, pero identifica más problemas de corporaciones, problemas mediáticos. El tema del narcotráfico no lo tomó en cuenta, no lo analizó, no lo vio y recién ahora lo está viendo. Estuvo 10 meses la SEDRONAR sin tener ninguna persona, hoy tiene una persona que se especializa en atención, eso ya es un avance. La cuestión del narcotráfico se la pasa a Seguridad. Es discutible, pero por lo menos alguien la va a tomar. Yo creo que están llegando muy tarde a ese tema, que no lo estaban viendo. Pero además tienen la idea de que la economía va bien, entonces no ve los problemas cotidianos. A mí me parece que hay un error de diagnóstico económico en el gobierno, sobre cómo tratar la inflación; social, de creer que las cosas están bien y no están; y político-institucional: hay una especie de vacío institucional, no queda claro quién toma decisiones. Todo ese paquete complica la vida cotidiana, pero no en teoría: en la práctica. El que está llevando la vida como puede, cuando ve que hay saqueos y que todo da lo mismo, va a manotear, porque dice: "Si no lo hago yo, lo va a hacer otro".
P.: Los valores no se reconstruyen fácilmente. Muchas veces se habló de que las crisis económicas se reconstruyen en varias generaciones. ¿Está "década ganada" va a terminar costando una, dos generaciones?
D.A.: A mí me parece que el concepto de la reconstrucción es más rápido ahora con redes sociales y con varias cuestiones. Y que básicamente lo que tenemos es un quiebre de valores, en el sentido de que al que va por el costado le va mejor que al que va por donde tiene que ir. Esto se reconstruye con ejemplaridad. Y requiere de participación. Mi impresión es que cuando los buenos se retiran quedan los vivos y los inescrupulosos. Si el buen tipo del barrio dice "yo no voy a ser concejal porque después me voy a quemar". Si cada uno entiende que lo suyo no está en meterse en lo público porque tiene miedo a quemarse, les está dejando el espacio a los vivos y a los inescrupulosos. Va a depender de cuánto participemos. Yo creo que se acomodan rápido los valores cuando hay ejemplos. Cuando la sociedad ve que alguien va para algún lado dice: "Caminemos por acá". Si al pibe que estudia y trabaja le va bien en el barrio, todos van a querer estudiar y trabajar. Eso es lo que tenemos que lograr. Arriba y abajo.
P.: ¿El resto de los partidos políticos están tomando conciencia de esto?
D.A.: En mi caso formo parte del Frente Renovador. Me parece que en general la política viene para mejor. Que efectivamente, dentro del peronismo, dentro de la alianza entre el FAP y el radicalismo, se van a construir, por lo menos, personas con otros valores. Mi impresión es que viene una política de gente más abierta al diálogo. Eso es un avance. Ahora, el diálogo es un instrumento. Lo que hay que hacer es romper la venta de drogas, lograr que los jóvenes tengan oportunidades.
P.: ¿Qué hacemos con la Justicia en esta materia?
D.A.: Fui Ministro de la provincia de Buenos Aires, estuve a cargo de los institutos de menores, vi que la Justicia y la policía son parte del problema, y que hay que hacer un cambio profundo, que no es lo que está planteando el Gobierno en términos de una lógica de democratización como se plantea. La Justicia va hoy por un carril paralelo y por fuera de dónde va la sociedad.