lunes, 5 de mayo de 2014

El modelo de “pacificación” de Río de Janeiro y los desafíos de la Argentina

Publicado el 5 de mayo de 2014 en la página web de Fundación Concordia
La participación del Secretario de Seguridad de Río de Janeiro, José Mariano Benincá Beltrame, en el seminario de gestión pública en seguridad organizado por Fundación Concordia deja varias enseñanzas y análisis acerca de cómo avanzar en la resolución de los problemas de inseguridad en Argentina, y de cómo salir de la falsa dicotomía entre prevención o seguridad.
Beltrame describió con mucha claridad los ejes sobre los que se asentó el trabajo de pacificación, urbanización e inclusión en las favelas de Río de Janeiro. En el encuentro organizado por el Intendente de San Miguel y Presidente de la Fundación Concordia Joaquín de la Torre, el Secretario de Seguridad planteó 6 ejes que marcan las características de lo que podríamos denominar el “modelo de intervención de Río de Janeiro”:
1- El concepto de pacificación supone la entrada de la policía municipal en las favelas, con el objetivo de resolver el enfrentamiento entre bandas narcos que ocupan y se disputan el territorio. En otras palabras, supone que el Estado vuelva a tener el control, y que deje de haber una parte del territorio que es dominado por actores extraestatales como los líderes narcos.
2- El segundo eje tiene que ver con la importancia de lo local y el desarrollo de las policías municipales. En el modelo de Río de Janeiro el actor central es el gobierno local, y las policías descentralizadas actúan de manera integrada tanto con el gobierno municipal como con el resto de las organizaciones de la comunidad. El Secretario de Seguridad Beltrame fue claro en la idea de que la policía pacificadora sólo puede desarrollar su rol si trabaja en conjunto con las diversas instancias del gobierno local.
3- El tercer eje del modelo de Río de Janeiro estuvo dado en la modificación de la estructura policial y en los cambios en torno de los controles internos y a los sistemas de premios y castigos para los integrantes de la fuerza policial. Aquí aparece un punto significativo en el debate sobre qué deberíamos hacer en Argentina, en la medida en que un modelo de este tipo, para ser exitoso, requiere de una policía mejorada y con aceptación por parte de la sociedad.
4- El cuarto eje refiere a la generación de condiciones para la inclusión social. Las UPP (Unidades de Policía Pacificadora) no sólo cumplen un rol de restablecer el control en el territorio, sino que también articulan la prestación de servicios sociales vinculados tanto al apoyo a los jóvenes como al mejoramiento de los servicios de salud y educación. Aquí se ve la integración entre seguridad e inclusión: la recuperación del territorio por parte del Estado sólo puede ser sostenida en el tiempo si el mismo Estado genera condiciones para que los jóvenes tengan oportunidades laborales, y para que aquellos que formaban parte de la cadena de distribución de droga puedan tener otras opciones de ingreso.
5- Otro punto crítico tiene que ver con la extensión del acceso a armas de guerra por parte de la población. Un objetivo central del modelo de pacificación de Río de Janeiro se vincula con el desarme, que implica no sólo combatir al narcotráfico sino también reducir los niveles de violencia cotidiana.
6- Finalmente, otro eje importante fue el estímulo a la participación y al compromiso de la ciudadanía. Se crearon herramientas a través de las cuales los residentes de las favelas pueden denunciar en forma anónima los actos delictivos y la posesión de armas por parte de criminales. Adicionalmente, se planea establecer oficinas de la defensoría del pueblo dentro de las favelas para que los residentes puedan denunciar abusos por parte de la fuerza policial.
Es claro que este modelo ha mostrado resultados, ya que redujo a la mitad la tasa de homicidios, y le posibilitó al Estado ocupar nuevamente un rol que había cedido frente a las bandas de narcotraficantes.
La lectura y las lecciones que se pueden hacer desde Argentina son múltiples. Por un lado, quedan claras algunas diferencias, tales como el rol de las fuerzas armadas en Brasil (diferente a la historia argentina) o la escala de la policía en Río de Janeiro, que en cantidad se parece más a la Policía Bonaerense que a cualquier experiencia local en nuestro país.
Por otro lado, también se dan algunas particularidades en los grandes centros urbanos, ya que en la Argentina se ha consolidado el “mal vivir”. Mucha gente se mantiene como puede, con changas, trabajo precario, sin un horizonte claro de cómo le irá en los próximos meses. Estar hacinado, tener trabajo precario o viajar mal le “queman” la cabeza a una persona. En el Conurbano se dan las tres situaciones juntas, y eso genera malestar y un aumento de la violencia (sobre todo dentro en el hogar). Rosario y Córdoba son casos similares. 
Otra particularidad la constituye el fenómeno de un chico que, como está hacinado en la casa, se va a la esquina porque hay más lugar y mejores condiciones. En la esquina empieza a consumir porque todos lo hacen y es la forma de integrarse a la red del barrio, y a partir de ahí empieza con problemas de adicción, que no sólo generan un problema de salud sino también de endeudamiento. Y ahí es cuando se le acerca algún vivo a ofrecerle cualquier alternativa para cancelar esa deuda. Esta es una realidad de la que muchos son víctimas, y se completa con una creciente estigmatización que los identifica como culpables de la inseguridad, perpetuando de esta forma la exclusión.
En definitiva, la experiencia de Río de Janeiro resulta muy útil para “pacificar” territorios que están en situación muy crítica, y plantea algunas ideas generales a tener en cuenta al momento de pensar las políticas sociales. Cabe destacar que la recuperación del territorio por parte del Estado debe acompañarse necesariamente de estrategias de fortalecimiento de las comunidades y de los gobiernos locales para ser sostenible. Dentro de este esquema, y contemplando la situación particular de nuestro país, el Frente Renovador viene analizando la incorporación de otras políticas sociales, tales como: 
  • Creación del Derecho al Primer Empleo. Nuestro país tiene 1.500.000 jóvenes que ni estudian ni trabajan. Los jóvenes son el futuro si tienen presente, y para eso hay que crear un mecanismo para que logren ingresar al mundo laboral. El objetivo es establecer una exención impositiva a las empresas que tomen jóvenes sin experiencia laboral previa. Como complemento a este esquema, el desafío es crear una Red de 20.000 tutores: adultos que tienen legitimidad (una maestra, un cura, un pastor, el técnico de club de barrio, etc.) con la función de acompañarlos en sus actividades, ayudarlos a mantener el ritmo y compromiso, y vincularlos con la escuela y el trabajo.
  • Masificación del crédito y descentralización de recursos. Nuestro país tiene 34% de informalidad laboral y una gran red de cuentapropistas (gasistas, plomeros, carpinteros, etc.) que no son sujetos de crédito bancario, y por lo tanto no tienen alternativa más que acceder a crédito al 80 o 90% anual contra fotocopia de DNI. Es la población que hoy está sobreendeudada y para la cual hay que masificar el crédito con subsidio de tasa para que acceda a máquinas, herramientas y mejore su producción. Hoy el 70% de los recursos en política social los tiene la Nación, el 23% todas las provincias juntas y el 7% los 2200 municipios. Ese esquema hace que muchos proyectos a nivel local no se concreten porque los recursos están en otro lado. Se trata de dejar a nivel central lo que es igual para todos (como la Asignación Universal por Hijo) y descentralizar recursos a municipios y organizaciones sociales en las políticas que se vinculan con trabajo e inclusión social.
  • Creación de una Unidad Especial de Combate a la Venta de Droga.  Es claro que aumentó la venta de droga en los barrios y que el pibe que engancha una “changuita” gana menos que el que vende droga y muchas familias se preguntan si no les es más conveniente poner una cocina de paco. Se trata de generar un esquema institucional especial (por fuera del esquema de seguridad actual) con una única función que es detectar los puntos de venta y eliminarlos.