La situación social empeoró en los últimos 4 años
La situación social empeoró en los últimos cuatro años,
especialmente en los grandes centros urbanos. Tenemos hoy 27% de pobreza, 34%
de trabajo informal y 1.500.000 jóvenes excluídos. Esta realidad se da aún cuando está claro que
el Estado volcó más recursos
para atender a los más pobres: la asistencia social en el año 2003 era de $
4.100 millones y este año va ser de $ 102.000 millones.
¿Por qué se complicaron las cosas?
Por tres factores:
la inflación, el parate de la changas especialmente en la construcción y el
sobreendeudamiento a tasas muy altas de los más pobres. Hoy a una familia le
alcanza menos la plata por la inflación, le entra menos dinero por changas y
tiene que pagar el crédito que sacó con fotocopia del DNI con lo que no le
entra.
El evidente
aumento de la
venta de droga en los barrios desacomoda aún más las cosas. En el Conurbano Bonaerense se consolidó un ciclo muy complicado: un joven
que está hacinado en su casa se va a la esquina porque hay más lugar y mejores
condiciones, ahí empieza a consumir porque todos lo hacen y es la forma de
integrarse; a partir de ahí al problema de salud se le agrega la deuda que contrae. El joven que empezó hacinado ahora debe dinero. Y ése es el momento en que se le acerca alguien para ofrecerle cualquier alternativa para cancelar esa deuda. El ciclo es: hacinamiento
– adicción – endeudamiento.
Pero en los últimos tiempos
se avanzó un paso más. La venta de droga ya no es sólo un problema de adicción,
sino que se ha transformado en un modo de vida económico. El chico que consigue una “changuita” cuando
vuelve al barrio gana menos que el que vende droga; una familia que pone una
cocina de paco obtiene más ingresos que viviendo de trabajos esporádicos o de
un sueldo básico.
Cambió el paisaje en los
barrios. Hay un “nuevo sujeto social” en Argentina que es el que vende drogas
que está llevando a un desplazamiento de los punteros políticos, que hoy tienen
menos herramientas e incidencia en su comunidad que el proveedor de droga que
ahora empieza, también, a prestar asistencia social. Hay un nuevo modo de
movilidad social ascendente en nuestro país que no pasa ni por el estudio ni
por el trabajo.
Frente a este panorama hay que
actuar rápido y encarar una
segunda generación de políticas sociales que apunten a lo central: dar
oportunidades laborales a los jóvenes, acompañar a las familias y cortar la
venta de droga en los barrios.
Tenemos el desafío de crear el Derecho
al Primer Empleo con exención
impositiva a las empresas que tomen jóvenes como primer empleo. Los jóvenes son
el futuro si tienen presente y por eso hay que crear un mecanismo para que
logren entrar al mundo laboral.
Los programas sociales no están llegando, por eso hay que
armar una Red de 20.000 tutores para
acompañar a las familias. Los tutores son las personas que tienen
legitimidad (una maestra, un cura, un pastor, el técnico de club de barrio) y
pueden vincular con la escuela y el trabajo.
Hace falta desarrollar una Red
de atención y prevención de Adicciones para resolver lo que hoy desespera a
las familias y es que hoy no existen lugares de atención. Y, junto con ello, crear una Unidad Especial de Combate a
la Venta de Droga, por fuera del esquema de seguridad actual, con una única
función: cortar la venta de droga en los barrios.