Diario Clarín
Edición Impresa
Horacio Cardo |
En Argentina empeoró la situación social en los últimos años. Si bien los números varían, se puede decir que hoy tenemos 28% de pobreza, 34% de trabajo informal y 1.500.000 jóvenes que ni estudian ni trabajan. Esto indicadores, en los últimos meses, sin dudas, se agravaron por el crecimiento de la inflación (especialmente en alimentos), el “parate” de la construcción que significa la caída de las changas y la pérdida de empleo en el sector público y en el sector privado. Es evidente que es necesario repensar nuevas políticas que sean más efectivas.
Es evidente, también, que hay 4 Argentinas que tienen velocidades diferentes: la que viven los más “pobres”; la Argentina de los “vulnerables”; el país de la “clase media” y, finalmente, está la Argentina de “clase alta”. Estas 4 Argentinas representan distintas realidades sociales, modos diferentes de consumo y miradas contrapuestas sobre las políticas que hay que encarar hacia adelante. Los más pobres tienen dificultades en sus viviendas, pocas chances de conseguir trabajo y un problema crítico en los jóvenes que no han visto trabajar con continuidad ni a sus padres ni a sus abuelos. Se trata de una pobreza estructural porque se reproduce generación tras generación. Es una porción de la sociedad que recibe asistencia a través de diversos planes sociales que han ido perdiendo potencia frente a la inflación.
La Argentina de los vulnerables tiene que ver con la precariedad, con el trabajo informal, con las changas, con muchos monotributistas también que la pelean como pueden. Son los que trabajan sin recibo de sueldo, sin cobertura médica y que les va bien o mal según cuánto crece el consumo interno y cómo van actividades como la construcción y el textil. Es la sociedad que se autosostiene como puede y que tiene menos contacto con el Estado.
La Argentina de clase media tiene trabajo formal (público o privado) y, por tanto, recibo de sueldo, obra social, aportes jubilatorios. También es la Argentina que paga cada vez más impuestos y que, muchas veces, siente que debe además pagar servicios privados de salud y educación. Es el segmento de la sociedad que puede planificar hacia adelante sus objetivos y proyectos (cosa muy difícil en las 2 Argentinas de abajo).
Finalmente, el país de clase alta tiene que ver con la concentración económica y, también, con muy altos niveles de consumo. Es el país más globalizado que siente que el Estado, muchas veces, es una carga para el desarrollo argentino.
Estas 4 Argentinas tienen tensiones y conflictos que se potencian en situaciones como las actuales en donde la inflación y el debate acerca de qué hay que hacer con el empleo se ponen sobre la mesa. Ahí está, es la verdadera grieta, la fragmentación social es el verdadero conflicto argentino. No se trata sólo de distintas situaciones económicas, se trata de miradas diferentes y contrapuestas acerca de lo que hay que hacer. Y un riesgo importante en el horizonte si se agudizan las tensiones y las 3 Argentinas de arriba entienden que el problema es la Argentina de abajo.
La mayoría de las políticas que se implementaron en los últimos meses están enfocadas hacia los que tienen trabajo formal, incluso el aumento de las asignaciones familiares y los cambios en ganancias que alcanzan a los trabajadores registrados. La devolución del IVA a la canasta básica de alimentos, cuando se ponga en marcha, será la primera acción directamente orientada a los que se encuentran fuera del trabajo formal.
Así, se presentan algunas prioridades que tenemos que abordar ya y ahora, y que tienen que ver con algunos temas, como la cuestión de la inclusión de los jóvenes, al aumento del narcotráfico y las adicciones, la primera infancia, la generación y cuidado del empleo, entre otros. La Argentina tiene un modelo de política social viejo y agotado que apunta a programas específicos por sectores: niños, adultos mayores, comunidades aborígenes, personas con discapacidad, etc. Hace falta poner en marcha una red de tutores que identifiquen los distintos problemas que tienen los integrantes de la familia y apliquen directamente la solución. También hace falta articular lo social y lo económico: es evidente que el trabajo para las 2 Argentinas de abajo viene por las cadenas productivas asociadas a la construcción, el textil, la metalmecánica, el turismo. El rol dinamizador del Estado ahí es muy determinante. En ese contexto, parece necesario poner en marcha nuevas políticas públicas:
1) Avanzar en la puesta en marcha del derecho al primer empleo. Los jóvenes son el futuro si tienen presente, y por eso hay que crear un mecanismo para que logren entrar al mundo laboral. 2) Masificar el crédito. Nuestro país tiene una gran red de cuentapropistas (gasistas, plomeros, carpinteros, etcétera) que no son sujetos de crédito bancario y que acceden a préstamos al 100 o 120% anual contra la fotocopia del DNI. Es la población que hoy está sobreendeudada y para la cual hay que masificar el crédito con subsidio de tasa para que acceda a máquinas, herramientas y mejore su producción. 3) Desarrollar una red de atención y prevención de adicciones y crear una unidad especial de combate a la venta de droga. 4) Ir a un modelo de “empalme” entre planes sociales y trabajo; 5) Sistema dual en la escuela secundaria, para que los jóvenes vayan empalmando estudio y trabajo.
Se trata de desarrollar acciones que realmente impacten sobre sus vidas cotidianas, recuperen el sentido del esfuerzo y la búsqueda del progreso, es la prioridad que nos permitirá construir la Argentina del mañana. La Argentina necesita entrar en una nueva generación de políticas sociales que le permita romper la reproducción intergeneracional de la pobreza. Los problemas macroeconómicos son urgentes, pero en estas cuestiones parece jugarse gran parte de nuestro futuro.
Link: http://clar.in/1PGoBQu