(columna publicada el 28 de marzo de 2008 en el diario Página 12)
De chico era un entusiasta jugador de fútbol del club Luz y Fuerza de Castelar. Corría todas las pelotas y trataba de participar de todas las jugadas. El técnico permanentemente me decía: “Concentrate en lo tuyo, marcá la punta, hacé bien lo que tenés que hacer”.
Buen consejo para un momento complicado del mundo y de nuestro país. Todos parecemos tener más capacidad para mirar la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio. Nos tiramos misiles unos a otros acerca de quién tiene la culpa de la inseguridad, a quién le faltan más recursos y dónde está el responsable de que las cosas no funcionen.
Tenemos también ideas fantasiosas: suponemos que los institutos de menores son como talleres mecánicos donde uno lleva un auto que está roto y sale arreglado, sin tener en cuenta que el contexto en el que vive el chico no se altera antes ni después. Esperamos que la escuela les pongan las reglas y los límites a nuestros hijos que nosotros no sabemos cómo poner.
Buscamos identificar con un rótulo a aquello que nos genera insatisfacción en la vida cotidiana. El problema son los políticos o los sindicatos, la policía, los jueces, los pibes chorros o el que a cada uno le venga bien para no reflexionar sobre qué hace para que esto ande un poco mejor. No se trata de no cuestionar lo que evidentemente anda mal, se trata de ponerle pilas a lo que cada uno hace para que funcione mejor.
Ejemplos tenemos para todos lados: policías buenos y también policías que cometen ilícitos; maestras que se quedan sin voz para enseñar a jóvenes que están absolutamente dispersos y otras que tratan de zafar como pueden. Jueces que se comprometen con las víctimas y las acompañan por pura humanidad, y otros a los que hay que llamarlos 500 veces al teléfono para encontrarlos en su despacho. Funcionarios que hacen su trabajo con liviandad y otros que le ponen el cuerpo silenciosamente a la tarea de mover un Estado muy difícil de mover. Lo mismo se podría decir de médicos, albañiles, carpinteros y de todos nosotros.
El asunto no parece ir por ver qué ejemplos nos quitan más las culpas (ya que los hay de todas las formas y colores) sino en concentrarnos cada uno en hacer bien lo que tenemos que hacer.
En lo social, esto significa trabajar fundamentalmente sobre la pobreza estructural, la precarización laboral y la creación de oportunidades reales para los jóvenes. Generar políticas masivas orientadas a fortalecer y dar mayores derechos a las familias, que les garanticen un piso mínimo de ciudadanía. Un ejemplo de esto es el Derecho Garantizado para la Niñez que pusimos en marcha en el gobierno de Scioli y que tiende a la extensión de las asignaciones familiares a todo hogar donde hay niños menores de 6 años, para que los chicos empiecen un escalón más arriba con el primer derecho del siglo XXI real y concreto.
Otros ejemplos son los programas de microcréditos, las agencias de orientación socioproductivas, las becas para que los jóvenes encaren sus proyectos, etcétera. Tenemos que lograr que todas las cosas funcionen. Que lleguen a cambiar situaciones de desigualdad, que pase algo en serio.
Parece momento para que, cada uno en su ámbito, sigamos los consejos del director técnico de Castelar: “Concentrate en lo tuyo, marcá la punta, hacé bien lo que tenés que hacer”.
De chico era un entusiasta jugador de fútbol del club Luz y Fuerza de Castelar. Corría todas las pelotas y trataba de participar de todas las jugadas. El técnico permanentemente me decía: “Concentrate en lo tuyo, marcá la punta, hacé bien lo que tenés que hacer”.
Buen consejo para un momento complicado del mundo y de nuestro país. Todos parecemos tener más capacidad para mirar la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio. Nos tiramos misiles unos a otros acerca de quién tiene la culpa de la inseguridad, a quién le faltan más recursos y dónde está el responsable de que las cosas no funcionen.
Tenemos también ideas fantasiosas: suponemos que los institutos de menores son como talleres mecánicos donde uno lleva un auto que está roto y sale arreglado, sin tener en cuenta que el contexto en el que vive el chico no se altera antes ni después. Esperamos que la escuela les pongan las reglas y los límites a nuestros hijos que nosotros no sabemos cómo poner.
Buscamos identificar con un rótulo a aquello que nos genera insatisfacción en la vida cotidiana. El problema son los políticos o los sindicatos, la policía, los jueces, los pibes chorros o el que a cada uno le venga bien para no reflexionar sobre qué hace para que esto ande un poco mejor. No se trata de no cuestionar lo que evidentemente anda mal, se trata de ponerle pilas a lo que cada uno hace para que funcione mejor.
Ejemplos tenemos para todos lados: policías buenos y también policías que cometen ilícitos; maestras que se quedan sin voz para enseñar a jóvenes que están absolutamente dispersos y otras que tratan de zafar como pueden. Jueces que se comprometen con las víctimas y las acompañan por pura humanidad, y otros a los que hay que llamarlos 500 veces al teléfono para encontrarlos en su despacho. Funcionarios que hacen su trabajo con liviandad y otros que le ponen el cuerpo silenciosamente a la tarea de mover un Estado muy difícil de mover. Lo mismo se podría decir de médicos, albañiles, carpinteros y de todos nosotros.
El asunto no parece ir por ver qué ejemplos nos quitan más las culpas (ya que los hay de todas las formas y colores) sino en concentrarnos cada uno en hacer bien lo que tenemos que hacer.
En lo social, esto significa trabajar fundamentalmente sobre la pobreza estructural, la precarización laboral y la creación de oportunidades reales para los jóvenes. Generar políticas masivas orientadas a fortalecer y dar mayores derechos a las familias, que les garanticen un piso mínimo de ciudadanía. Un ejemplo de esto es el Derecho Garantizado para la Niñez que pusimos en marcha en el gobierno de Scioli y que tiende a la extensión de las asignaciones familiares a todo hogar donde hay niños menores de 6 años, para que los chicos empiecen un escalón más arriba con el primer derecho del siglo XXI real y concreto.
Otros ejemplos son los programas de microcréditos, las agencias de orientación socioproductivas, las becas para que los jóvenes encaren sus proyectos, etcétera. Tenemos que lograr que todas las cosas funcionen. Que lleguen a cambiar situaciones de desigualdad, que pase algo en serio.
Parece momento para que, cada uno en su ámbito, sigamos los consejos del director técnico de Castelar: “Concentrate en lo tuyo, marcá la punta, hacé bien lo que tenés que hacer”.