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martes, 12 de junio de 2012
La inclusión de los jóvenes es la prioridad
El debate acerca del número de jóvenes que no estudian, no trabajan o lo hacen en condiciones precarias (1,5 millones, 900 mil o 400 mil según quién los cuente) no debe hacernos perder de vista el punto central: la inclusión de los jóvenes es el desafío más importante que tenemos en materia social y es la prioridad en donde debemos volcar todos los esfuerzos.
Se trata de la vida de jóvenes 16 a 24 años que muchas veces están sin hacer nada, o que entran y salen del trabajo y de la escuela con mucha frecuencia. Es decir, no logran sostenerse ni en el sistema laboral ni en el sistema educativo. Si bien es un hecho que trasciende nuestro país (un estudio reciente de la ONU revela que el desempleo juvenil general triplica al de los adultos), en nuestro caso esta situación tiene características particulares.
Los jóvenes argentinos no tienen problemas para realizar la tarea en sí misma sino para poder seguir la rutina del trabajo. El problema no es entender cómo hacer la tarea, sino poder sostener el ritmo e ir a trabajar todos los días ocho horas. Esto es así por varias razones, entre ellas que muchos no han visto trabajar ni a sus padres ni a sus abuelos o los han visto trabajar en condiciones informales. Muchos jóvenes sienten que ese esfuerzo no vale, tienen baja autoestima, están desmotivados o discriminados en su propio barrio.
La misma situación se traslada al sistema educativo, en donde el gran desafío es sostenerse, mantener el ritmo, no caerse. Por eso es necesaria una reforma que revise los objetivos de la escuela secundaria y del nivel terciario y los ponga en línea con los sectores productivos y los intereses que tienen jóvenes que se adaptan mucho más rápido a la actual dinámica de nuestras sociedades. Esta situación hace que la abulia y la sensación de desenganche con la escuela suceda tanto en lo jóvenes pobres como en los de clase media.
El hacinamiento y las adicciones son otros dos graves problemas: el ciclo que suele repetirse en los grandes centros urbanos es el de un chico que comienza estando hacinado en su casa, se va a la esquina porque hay más lugar para estar y mejores condiciones, ahí empieza a consumir porque todos lo hacen y luego se endeuda. Y en ese momento es cuando muchas veces se le acerca una persona a ofrecerle cualquier alternativa para cancelar su deuda. Esta es una realidad de la que muchos son víctimas y que se completa con la estigmatización de una parte de la sociedad que tiende a identificarlos como los culpables de la inseguridad.
El Estado ha comenzado a dar respuestas con algunas acciones significativas como la Asignación Universal por Hijo y los Programas Más y Mejor Trabajo para jóvenes y Conectar Igualdad. El sector privado ha hecho lo suyo con el financiamiento de más de 10 mil becas educativas el año pasado y las organizaciones sociales han extendido redes vinculadas con el acompañamiento escolar y la capacitación laboral.
Sin embargo, queda claro que el problema es de una escala mayor a la respuesta que estamos dando y que se requieren nuevos instrumentos, muchos recursos, articulación de acciones y considerar a la inclusión de los jóvenes como una política de Estado.
De allí la necesidad de avanzar en algunas líneas:
1 - Fondo de Inclusión Joven. Siendo la prioridad, se podría crear un fondo significativo con recursos estatales y aportes del sector privado para concentrar allí el financiamiento de proyectos tanto para poner en marcha actividades productivas, culturales y de servicios como educativas y de apoyo a organizaciones sociales que trabajen con jóvenes. Se trata de contar con recursos económicos en escala y concentrados para atender al grupo social más crítico.
2 – Red de tutores. Es clave generar una red de tutores no tanto por instituciones sino por algunas personas específicas, alguna maestra que tiene buena llegada, algún pibe de la esquina, un referente vecinal o religioso, un técnico de club de barrio. Se trata de potenciar una red de tutores creíbles para los jóvenes a los que sientan que no tienen que fallarles, y que puedan ayudarlos a sostenerse en su tarea laboral o en la escuela. La tarea del tutor es acompañar, no sólo “contener”, sino apuntar a crear espacios en donde puedan recibir capacitación y entrenamiento en función de su perfil y sus preferencias.
3 - Derecho al primer empleo. Una política central para lo laboral es promover el derecho al primer empleo a través de exenciones impositivas a las actividades productivas que incorporen masivamente a jóvenes. Podría ser considerado un derecho y debería actuar como una política laboral permanente de estímulo fiscal a las empresas que contraten formalmente a jóvenes. Se trata de un esquema que seguramente provoca debate, pero que se enmarca en la idea de que hoy los jóvenes no entran masivamente en el mercado de trabajo y que hay que generar políticas que fuercen esta situación.
4 – Masificación del microcrédito. La mayor parte de los jóvenes no accede al crédito bancario por falta de garantías, por no tener casa o no tener auto. La masificación de los sistemas de créditos con montos pequeños apuntarían a favorecer la vocación emprendedora, potenciar el desarrollo de innovaciones productivas y tecnológicas y, también generar líneas para arreglo y mejora de viviendas. El desafío es llegar con tasas de interés subsidiadas para jóvenes que tengan buenos proyectos, apostar a la calidad de sus ideas y a proyectos que sean sustentables. Sólo será posible ver efectiva la prioridad en los jóvenes cuando quede claro que tienen financiamiento accesible para mejorar su presente y construir su propio futuro.
5 – Calificación de escuelas de oficios locales. Facilitar la inserción laboral de los jóvenes supone trabajar paralelamente los problemas de oferta y de demanda de mano de obra, que en su conjunto moldean el desempleo juvenil y el trabajo precario. La conformación de escuelas de capacitación o de oficios puede ser una alternativa muy importante para la inserción social de muchos jóvenes en la economía social ya que se trata de una formación dinámica, flexible y vinculada a la producción local.
La idea de que los jóvenes son el futuro es un buen concepto en la medida en que potenciemos lo que existe y demos un salto hoy. Encarar acciones que realmente tengan impacto sobre la vida cotidiana, aumenten la autoestima, la vocación emprendedora y recuperen el sentido del esfuerzo y la búsqueda del progreso personal y familiar. La Argentina del futuro empieza ahora, invertir en los jóvenes es invertir en desarrollo.
En el 2013 cumpliremos 30 años continuos de democracia y, sin dudas, la mejor forma de fortalecerla será dando pasos sustantivos en esta línea. Es ahora el momento de hacerlo, todos tenemos que sentirnos convocados, tenemos que dar vuelta la situación y tomar a la inclusión de los jóvenes como una prioridad real. Si no lo hacemos en este contexto de crecimiento económico, ¿cuándo?