Daniel Arroyo, ex viceministro de Desarrollo Social de Néstor Kirchner, habló con MDZ y advirtió que los últimos incidentes obligan a la política, al Gobierno y al ámbito académico, "a pensar y actuar de una manera distinta".
Por estos días, una de las preguntas más recurrentes es sobre quiénes son los que salen a saquear. Y es que las imágenes, tanto las que se proyectan por televisión como las que se difunden por las redes sociales, muestran a gente que huye de los negocios y supermercados con productos que no son de primera necesidad.
Los saqueadores salen de las tiendas asaltadas con electrodomésticos y productos de cosmética, y una de las escenas más elocuentes fue, en Córdoba y durante la noche más de mayor conflictividad, la de un grupo de más de una decena de motos que saqueó una tienda de ropa deportiva.
Cómo entender, o mejor, desde dónde comenzar a analizar estos hechos que, lejos de los saqueos del 2001, cuando la gente se llevaba comida, tienen toda la apariencia de vandalismo.
Daniel Arroyo fue viceministro de Desarrollo Social de la Nación durante el gobierno de Néstor Kirchner, y en comunicación con MDZ Online dio su parecer respecto de los saqueos derivados de los reclamos policiales. “Me parece que estamos frente a una realidad de desintegración social, y esto nos obliga a todos, a la política, al Gobierno, al ámbito académico, a pensar y actuar de una manera distinta, es un momento de encarar y hacer otras políticas”, indicó.
¿Cuál es su análisis respecto de los saqueos derivados de los reclamos salariales de los policías?
Creo que estamos ante un nuevo problema social que no tiene que ver con el hambre, con la subsistencia, con atender lo mínimo, sino con la desintegración social. Lo que yo creo, básicamente, es que estamos frente a una situación en la que los problemas de primera generación, es decir, tener qué comer, como en la etapa del 2001, del 57 por ciento de pobreza o el 28 por ciento de desocupación, se ha resuelto, pero hay una segunda parte que se ha complicado y que se ha ido agrandando en los últimos años y que tiene que ver con la situación en los grandes centros urbanos, que combina, por un lado, el malvivir de la persona a la que no le alcanza y hace changas y tiene dificultades, del que viaja mal, del que tiene hacinamiento, que se traduce en violencia cotidiana, violencia dentro del hogar, en la escuela, en el partido de fútbol de la canchita del barrio, que termina a los tiros, es decir, hay un fenómeno de vida cotidiana complicada en los grandes centros urbanos que todo el tiempo está asociado a violencia cotidiana y que es como una especie de implosión, una tensión poco visible, que, en este caso, con la rebelión policial y el espacio para los saqueos, se hizo visible y tomó otra escala, pero finalmente puso en escena lo que es una vida cotidiana complicada, difícil para mucha gente en los grandes centros urbanos. Por otro lado, en los últimos tiempos, a la gente se le han cruzado dos problemas serios, uno es la inflación, que claramente quiebra cualquier esquema, nadie sabe qué hace con un billete de cien pesos en las compras, y por otro lado el acceso fácil a drogas y armas. Efectivamente, en cualquier barrio las personas acceden rápidamente a drogas y armas, y todo ese fenómeno va generando un problema cotidiano importante que, en este caso, frente al corrimiento de la policía, se transformó en saqueos, pero que hace a una vida dura en los grandes centros urbanos y que yo llamaría desintegración social, y me parece que ahí está el principal problema de hoy en día en nuestro país.
Señaló que la gente ya tiene cubierto lo mínimo como para subsistir pero también habló de inflación, ¿no se contraponen estos dos conceptos?
No, porque hay cuatro Argentinas. Una es la de los pobres, que no tienen lo mínimo, que no tienen piso de material, que no tienen los servicios básicos, y el Estado ha aplicado más políticas sociales. Hoy la asistencia social son 43 mil millones de pesos, y de esos, 38 mil son transferencias directas a las personas, es decir, arrancan con una base de ingreso. Hay una segunda Argentina, que es la vulnerable, la de la gente que hace changas, que tiene trabajo informal, que la lleva como puede. La tercera Argentina es la de la clase media, que tiene trabajo formal, y una cuarta Argentina es la de clase alta. Todos se complican con la inflación, pero el que más se complica es el sector vulnerable, el segundo de abajo hacia arriba, porque no tiene mensualizada su cabeza, no tiene un ingreso claro, entonces, la inflación claramente lo va a ir complicar. A todos los complica, pero a ese sector más porque no sabe de dónde agarrarse y porque, efectivamente, el parate de la construcción, del textil y demás lo ha ido afectando. Lo que quiero decir es que la política social ha dado una base de arranque de dinero, de asistencia alimentaria, pero hay problemas sociales de primera generación y problemas sociales de segunda generación, los de primera generación tienen que ver con hambre y subsistencia, y los de segunda generación con adicciones, con venta de drogas, con el trabajo informal, con la escuela secundaria, con extender el crédito, y todo esto no se está encarando, y un poco eso es lo que se está planteando como problema, no porque la gente no tenga lo elemental, sino porque no logra moverse para arriba, no hay movilidad social ascendente. El pibe que engancha una changuita, cuando vuelve al barrio ve que gana menos que el que vende droga o el que está vinculado a otra actividad, o sea, a los que hacen el camino no les va bien, y eso corta cualquier horizonte y complica realmente la vida.
Los saqueos, si bien ya se han extendido a todo el país, comenzaron en Santa Fe y explotaron definitivamente en Córdoba, ¿cómo se puede leer esto?
Me parece que Rosario, Córdoba, Santa Fe, los grandes centros urbanos, están más complicados por lo que decía. Pero creo que particularmente lo que pasó y que fue fuerte en Córdoba con esa discusión de si había llamado o no el Gobierno provincial, si le correspondía la Nación o a la Provincia [se refiere a la intervención o no de Gendarmería], le hizo leer a la persona de a pie la idea de “acá estamos solos y tenemos que arreglarnos como podamos”. Creo que hay un fenómeno fuerte hoy y es que, frente a los saqueos y a la inacción policial, se reforzó una idea que tiene mucha gente en la Argentina y es la de que no hay vínculos con la policía, con la política, con la justicia, que no se puede esperar mucho de nadie y que uno tiene que arreglarse por su propia cuenta. A mí me parece que en la Argentina la gente tiene muchos valores. Los adultos y los jóvenes, los pobres y los no pobres tienen claro qué está bien y qué está mal, qué habría que hacer y qué no habría que hacer, lo que pasa es que ese mismo que forma en valores a sus hijos o que tiene claro qué corresponde hacer o no dice “pero si todo el mundo manotea, por qué no lo voy a hacer yo”, “si no lo hago yo, lo hace otro”. Aun con valores, frente a esta idea de autorreglarse, termina haciendo cualquier cosa. La misma persona que saqueó hoy, dentro de diez días va a ir a comprar al comercio y va a hablar con el comerciante como si nada, porque en realidad simplemente vio la oportunidad. Creo que en ese sentido hay que hacer cambios profundos en las políticas sociales en la Argentina, tenemos que crear una unidad de combate a la venta de drogas, cortar en seco la venta de droga y lograr que al que estudia y trabaja le vaya bien. Si al que estudia y trabaja le va bien, todos en el barrio van a leer que lo que hay que hacer es estudiar y trabajar, si no, los horizontes se nos complican, y eso es lo que nos está pasando hoy.
Y esto potenciado por el acceso fácil del que hablaba a armas al que se refería recién.
Sí, y yo creo que una novedad creciente en la Argentina es que frente a cualquier escuela hay alguien vendiendo paco, marihuana o cocaína, depende de la zona del país donde se esté, y eso no sólo es un problema de adicción, sino que también es un problema de unidad económica, porque una persona puede ponerse a pensar si no le conviene poner una cocina de paco antes que enganchar una changuita, es decir, altera la funcionalidad económica de la familia, por un lado, y por otro lado, algo que sí me parece que es bastante reciente, me refiero a los últimos dos o tres años, es que efectivamente se accede muy fácil a las armas, y eso potencia la violencia. El partido de fútbol del barrio que terminaba a los insultos, hoy termina a los tiros y con alguien muerto. Creo que este tema del acceso fácil a las armas hace que lo que está de base, que es una violencia fuerte, escale rápidamente.
¿Esto sería para usted lo que explicaría lo que sucedió en Córdoba?
No lo explicaría como el motivo de los saqueos… Lo que digo es que hay un problema de vida cotidiana difícil, de manera que los grandes centros urbanos se han ido desenganchando del resto. Hay una problemática social que no se ve y que se hizo visible por esto en Córdoba. Da la impresión de que primero se corrió la policía, luego hubo unos primeros saqueos organizados, porque está claro que había gente coordinada que iba de un lado a otro, y después apareció la gente común que claramente lo que fue a hacer fue aprovechar la oportunidad y manotear. O sea, lo que sucedió en Córdoba y luego se extendió a varios lugares es que la vida cotidiana difícil, la violencia cotidiana, las dificultades cotidianas, esta vez tuvieron la oportunidad por el lado del saqueo, pero es lo mismo que sucede todos los días en la escuela, en la barrita de la esquina o en un hospital donde alguien está en la guardia y termina trompeándose con el médico porque no lo atiende.
Mencionó a gente coordinada que comenzaba los saqueos, ¿cuánto de la interna peronista hay en la explosión en Córdoba?
A mí me parece que es difícil, porque la Argentina es muy distinta al resto de América latina. En América latina predomina la concentración, en una favela en Río de Janeiro hay un líder narco que maneja el narcotráfico y también manda a los chicos a la escuela, a las chicas a hacerse los controles de salud, es como un Estado bueno y malo, está separado y, concentrado su poder, actúa para bien y para mal. En Argentina no es así, predomina la fragmentación. En un barrio está el que vende paco, el que pone el corralón de materiales, la iglesia que va a ayudar, el puntero del partido A, el del partido B, el del partido C, el jubilado que va a darles una mano a los chicos para que jueguen a la pelota, o sea que, en este sentido, es muy difícil dar una explicación sólo por una línea interna de algún partido político, porque al predominar la fragmentación, son grupos sueltos que pueden actuar momentáneamente. Está claro que en una primera etapa a los grupos vandálicos alguien les da el guiño, pero enseguida eso termina convirtiéndose en un problema social de envergadura, por la base que teníamos antes, pero está claro que en todo caso son muchos grupos sueltos. Entonces, es difícil explicar que un hubo grupo o una línea interna de un partido.
Arreglando cada una de las provincias con sus policías, ¿terminarían los saqueos?
Creo que sí. Efectivamente, pareciera que vamos a un esquema de mayor acuerdo salarial con la policía. Los policías acá se han presentado como trabajadores precarizados, claramente como trabajadores a los que no les alcanza el sueldo y van con su mujer y sus hijos a protestar, en un esquema muy complicado, porque, efectivamente, esto ha logrado generar un conflicto creciente con casi diez muertos, una cuestión absolutamente catastrófica, de luto para el país. Ahora, lo que está claro es que, frente a un regreso de la policía, se van a parar los saqueos en un primer momento, pero parar en esto quiere decir que va a volver a su estado natural, que es violencia cotidiana en cualquier ámbito y que ante alguna oportunidad o alguna tensión puede volver a surgir. Si no resolvemos el problema de base, vamos a solucionar los conflictos de estos días, que es imprescindible, pero deberíamos rápidamente encarar otro tipo de políticas, por ejemplo, una unidad especial de combate a la venta de droga, el derecho al primer empleo para que las empresas tengan deducción impositiva al tomar a jóvenes y les convenga, o lograr que en serio todos terminen la escuela secundaria. Nosotros necesitamos acuerdos básicos en nuestro país. Ante una desgracia tan grande, puede darnos esto la oportunidad de pensar en qué cosas nos podemos poner de acuerdo. Si por lo menos en eso nos ponemos de acuerdo el grupo de la política, al menos habremos avanzado en la dirección que corresponde.