BUENOS AIRES.- Una huelga de la policía de Córdoba por demandas salariales desató una ola de saqueos que, a medida que las otras policías provinciales se fueron plegando a la medida y abandonaron la calle, se dispersó por la mayoría de las provincias. El saldo: muertos, decenas de heridos y cuantiosas pérdidas económicas a nivel nacional. Los desafíos del gobierno presente y futuro para canalizar los reclamos de un amplio sector de la sociedad que se siente desamparada y que, según Arroyo, sufre un “desenganche institucional”.
: ¿Cómo se llegó a esta situación?
Daniel Arroyo: Me parece que la situación social se ha ido complicando mucho en los últimos cuatro años, no por el lado del hambre, sino por el lado del mal vivir y una vida cotidiana complicada. Eso se refleja en problemas de hacinamiento, en problemas de trabajo, informalidad económica y en problemas para movilizarse en los grandes centros urbanos. Todo eso genera violencia cotidiana, dentro del hogar, contra los docentes, en la guardia de un hospital o en el partido de fútbol de la canchita de la esquina donde suelen terminar a los tiros. Ese proceso de violencia cotidiana de mal vivir se ha podido ver en el caso de los saqueos, corriéndose la policía y en un contexto de fin de año. Es decir, refleja una forma de vida cotidiana difícil que, además, se le agregó en los últimos tiempos una fuerte inflación –que complica en mayor medida a todos aquellos que hacen changas- y la posibilidad de fácil acceso a las drogas y a las armas. Todo ese caldo de cultivo explotó aquí, que si bien no era previsible, se podía percibir en el mal vivir cotidiano.
EI: Más allá del condimento de la huelga policial, ¿Qué pasó con los principios básicos de convivencia de una sociedad, donde se roban hasta entre los mismos vecinos?
DA: Creo que las personas tienen una cabeza disociada. En la Argentina, los adultos y los jóvenes tienen muchos valores y tienen en claro que está bien y que está mal. Pero lo que sienten es que están más desamparados, que tienen que arreglárselas siempre por su cuenta y que, aún cuando saben que está bien y que está mal, si no manotea uno lo hará el que tienen al lado. Y en esa mecánica se terminan justificando a ellos mismos. No creo que falten valores, sino que es un problema de desenganche institucional. El primer momento de discusión entre Córdoba y el Gobierno Nacional -donde empezaron los saqueos luego de la huelga policial-, cuando se peleaban para saber si correspondía mandar gendarmes o si la provincia lo debería haber pedido, el ciudadano lo lee como diciendo “acá estamos solos”, y si “yo no aprovecho esta situación, lo hará el otro”. Pero la misma persona que ayer fue a saquear, dentro de diez días va a hacer la cola y va a comprar en ese comercio y tendrá de nuevo intercambio con el comerciante. No creo que no tenga valores, sino que no hay una correlación entre los que hacen las cosas bien y el resultado. El pibe que engancha un laburito, vuelve al barrio y ve que gana menos que el que vende droga. Hay una base de valores en la Argentina, y eso nos da una oportunidad si cortamos la venta de droga en los barrios y si hacemos un cambio profundo para reconstruir el tejido social.
EI: La “Década Ganada” logró bajar los índices de pobreza, ¿pero cómo se explica entonces esta situación de desborde nacional?
DA: Hay problemas sociales de primera generación que son los relacionados al hambre y a la subsistencia, y también hay de segunda generación, que tienen que ver con el trabajo, con la informalidad económica, con las adicciones, la falta de crédito y la violencia cotidiana. Hay un error de diagnóstico por parte del gobierno, que hizo mucho para mejorar los problemas de primera generación. Aumentó los recursos de política social, objetivamente transfiere dinero permanentemente y hay más personas con planes sociales. Pero las demandas sociales hoy no tienen que ver con tener un ingreso básico para alimentarse, sino con toda otra dimensión de vida cotidiana complicada que no se está teniendo en cuenta. Efectivamente, el corrimiento de la policía da lugar a estos hechos, pero lo que hizo fue desvelar una situación que está presente de violencia cotidiana. En la Argentina estamos viviendo un proceso de implosión social, de violencia poco visible que se da mayoritariamente en los hogares. Pero se transforma en explosión social cuando hay algo que se corre, y en este caso fue la policía. No estamos en 2001, pero tampoco estamos dando respuesta a los problemas cotidianos y la gente tampoco ve un horizonte donde aferrarse. Si no hubiera habido la huelga policial el problema hubiera seguido presente, pero ahora se hizo visible un fenómeno que no estábamos acostumbrados a ver.
EI: ¿Cree que está manejando bien el gobierno este conflicto?
DA: El golpe electoral le permitió al gobierno ver problemas que no estaba teniendo en cuenta. Hizo cambios positivos hacia adentro, porque parte del problema del gobierno era que le faltara alguien que administrara el poder. Tomó una decisión y estoy convencido que el Jefe de Gabinete es un hombre muy preparado y con capacidad para afrontar esta situación. Pero este es un momento para que todos ayudemos a calmar y tranquilizar la situación. Pero cuando esto pase, rápidamente tenemos que pensar en serio tres políticas de estado fundamentales que sean estratégicas para los próximos años. Tenemos que lograr que todos los jóvenes terminen el secundario, necesitamos generar el derecho del primer empleo y generar una unidad que corte con la venta de drogas en los barrios. Con tres grandes acciones en las que toda la dirigencia esté de acuerdo, estaremos, en parte, empezando a caminar en la dirección correcta.
EI: Los cortes de ruta empezaron como una modalidad de protesta y hoy cualquiera corta una calle por cualquier tipo de pedido. ¿Puede marcar una tendencia esta huelga policial a la hora de discutir salarios?. ¿Cómo cree que serán las próximas paritarias teniendo en cuenta que la policía bonaerense logró un aumento del 100% con esta medida?
DA: Esto va a marcar una tendencia a futuro si no hay una urgente política de reducción de la inflación. Si llegamos a marzo y está claro que no hay nada que atenúe los índices de inflación vamos a tener un montón de gente reclamando por un aumento del 30% mínimo. La Argentina está quebrada en cuatro: en la primera están los pobres que tienen lo mínimo. En la segunda están los vulnerables, que tienen changas pero no trabajo formal y son los más golpeados por la inflación. Está la Argentina de la clase media y la clase alta. La inflación está quebrando al sector informal. Tenemos unos meses para evitar que esto se multiplique en términos de demanda salarial. Pero esto requiere una decisión y un plan económico que de certezas para los próximos dos años en materia económica. (Redacción )