Dentro del insondable paquete de subsidios enmarañado por el kirchnerismo, hay 19.000 millones de pesos desviados a la política y los punteros. Es lo que Sergio Massa reveló ayer en Clarín. Son
números que exploró Daniel Arroyo, vice de la fórmula bonaerense de UNA que lleva a Felipe Solá como gobernador.
Quien proporcionó el dato no es ningún improvisado: es un respetado estudioso de la realidad social argentina y de la pobreza en particular. Fue viceministro de Desarrollo social con Néstor Kirchner.
El dato es de una contundencia devastadora. El desvío denunciado por Arroyo significa, por ejemplo, un tercio del presupuesto destinado a la educación en 2016. También hay que decir que se trata de una nueva sorpresa a medias.
No sorprenden los desvíos. Sí la magnitud de la cifra aunque esté en concordancia con otras cifras K. La suma de planes sociales ronda los 18.000.000 de beneficiarios y los 160.000 millones de pesos. Un desvío de 1.050 pesos por cada uno no deja de ser una posibilidad. Y si se pierde en los laberintos de los punteros territoriales puede explicarse –y se explica con ese pasmoso realismo de la militancia política– como un medio para conseguir un fin.
No es para nada de extrañar que la campaña electoral no parezca movilizar demasiado. Ocurre que no están los datos; simplemente, no hay datos oficiales creíbles. Unos, por escamoteados o mentidos y otros, incomprensibles sencillamente por la magnitud de los números o sus diferencias con los privados.
El mantenimiento del aparato político con dinero del Estado es algo que no sólo no se oculta sino que se exhibe con desparpajo obsceno. Y otra vez, aquí también, con la trampa ideológica de la simulación que impregna hasta el hartazgo los actos kirchneristas. No estamos hablando de la ayuda social, de la Asignación por Hijo, y de todos los programas que se han desplegado, aún cuando también puedan quedar puestos bajo escrutinio y, acaso, discutirse si deben perpetuarse sin horizonte.
Lo que está en cuestionamiento es que en base a esos programas sociales se haya montado un aparato político que se financia con la excusa del combate a la pobreza.
Los candidatos distribuyen promesas y el que vota desconfía si se pueden cumplir.
El que para sobrevivir necesita de los planes sociales teme dos cosas: que se los quiten porque sí o porque puede no haber plata para pagarlos o subirlos.
Ahora también se entera de que hay otros beneficiarios más beneficiados que ellos porque esos fondos apuntalan un aparato político que el oficialismo montó.
La pobreza, en tanto, se ha expandido.
Fuente: http://www.clarin.com/opinion/Planes-financiar-politica-oficial_0_1450055050.html