(entrevista publicada en la revista Visión Sustentable, diciembre de 2010)
Daniel Arroyo es uno de los pocos que transitaron por la gestión en sitios de poder y sigue siendo visto como un técnico. Quizás se deba, primero, a que se especializó y estudió en serio, y, segundo, a que nunca perdió el espíritu crítico. Luego de asumir el cargo de viceministro de Desarrollo Social, durante la presidencia de Néstor Kirchner, emigró a la provincia de Buenos Aires para hacerse cargo de la misma cartera.
"Soy un tipo que tiene ideas y lo que me mueve es ponerlas en práctica, concretarlas", enfatiza quien luego de manejar un presupuesto de $ 18.000 millones se fue con la idea de que sólo se pueden dar vuelta las cosas si se tiene poder político. Entrevistado por Visión Sustentable opinó que el problema más grave que tiene el país son los jóvenes de entre 16 y 24 años que no estudian ni trabajan: "Se necesita de un gran Plan Marshall para rescatar a los jóvenes, unos $ 1.500 millones por año, para arrancar, y hoy contamos con $ 100 millones. Sin embargo, los recursos están, con lo cual no es un problema de caja, sino de prioridades".
Daniel Arroyo- ¿Cuál va a ser el gran valor agregado de la RSE al Estado?
- El Estado es el gran transformador. Es el que sabe de asistencia directa mientras que el sector privado sabe más de proveedores, nicho de mercado, matriz insumo producto, etc. Con lo cual, es más útil que una empresa apoye un emprendimiento productivo que asista a un comedor.
El rol del Estado será darle escala al emprendimiento, otorgar créditos masivos, armar sistemas de comercialización, un sistema tributario que le permita formalizarse. En ese rol del Estado, estamos a mitad de camino.
- ¿Qué papel juegan los sindicatos dentro de este escenario?
- Tienen un poder central. Tienen que comenzar a incorporar más la dimensión de la economía social en el sector informal. Nosotros tenemos que el 60 por ciento está en blanco y el 40 en la informalidad y no hay nada que diga que esto se va a modificar, con lo cual deben sentarse en esa mesa e interactuar con el sector privado pero también con el sector informal y analizar y entender esta etapa de transición, porque sabemos que la formalización de golpe hace mal. Por eso digo que en este proceso hay dos actores centrales, uno el sector privado, y el otro los sindicatos. Y el Estado tiene escala e instrumentos para ponerlo en marcha. Es decir, que no sea una prueba piloto de una empresa que armó su cadena de valor, sino una política pública masiva.
- Ahora, ¿no estamos cada vez más lejos de lograr esta mesa de diálogo social?
- A mi me parece que en los sindicatos, como en la política, como en la dirigencia deportiva hay una segunda línea de gente interesantísima que trata de avanzar y que está muy cerca de lograr las estructuras generales.
- Y que logremos quizás aquello que ha logrado Brasil…
- Es admirable… esencialmente por la historia de vida de Lula. Es una persona que llegó al Gobierno y comenzó a trabajar en una cosa colectiva; que es precisamente aquello que no podemos lograr nosotros, no podemos armar un proyecto común por el cual trabajar…Sin embargo, soy muy optimista … acá vienen años de crecimiento económico sostenido y una renovación natural de la clase dirigente…
- Perdón Daniel, pero el que se vayan todos lo venimos escuchando desde el 2001 y siguen todos…
- Sí, es verdad. Sin embargo, esta vez tenemos la ventaja del contexto internacional y en ese contexto, que se dio en cierta forma por azar, mi apuesta es que esto se reforme, se modifique. Además, sino damos vuelta la hoja con quince años de crecimiento sostenido no la damos vuelta más…Es difícil transformar, pero hay que ir por algo distinto. Y si hacemos las cosas bien esta década la terminamos sin pobreza, sin indigencia, pero por sobre todo con un esquema productivo, económico por muchos años.
- Usted puso en marcha el programa Manos a la obra ¿qué significó que desde el Ministerio de Desarrollo Social se llevara adelante una iniciativa así?
- Creo que fue un hito porque fue la primera vez que desde lo social se tomo lo productivo como eje central. Yo fui al Gobierno con la idea de que la pobreza es un problema de falta de capitalización, ya que una gran parte de los pobres trabajaban sin herramientas y en forma muy precaria y que había que capitalizarlos. Esto significó una ruptura en el paradigma…
- ¿Qué le modificaría hoy?
- Creo que hay tres situaciones diferentes en términos de economía social. La primera, lo que hace al desarrollo local, es decir, a una comunidad va el tema de turismo, y creamos actividades productivas alrededor de eso. La segunda es lo existente; hay 4 millones de personas que son cuentapropistas, que trabajan pero que les falta infraestructura, con lo cual no hay que analizar si funciona o ese negocio ya que viven de eso. Y por último lo experimental, gente con ideas. En este momento yo lo que haría es masificar las dos primeras destinando el 80 por ciento de los recursos mientras que lo experimental si bien tiene un alto índice de fracaso tiene un valor pedagógico, genera cultura del trabajo, algo fundamental en la Argentina de hoy.
- Fuerza Solidaria es un sistema de microcrédito...
- Exacto, que lo que hace es dar créditos a instituciones que a la vez otorgan crédito a emprendimientos. Son $ 30 millones, 50.000 personas que accedieron con un nivel de mora del 2 por ciento. Básicamente porque tiene una tasa muy baja y porque los sectores pobres tienen un respeto por la palabra mucho mayor. Además, lo utilizan como una cuenta corriente, quiere devolver para sacar otro crédito.
Pero hay que crecer, en Argentina entre todos los que dan crédito al año se llega a los $ 200 millones y se necesitan $ 2.000. Con lo cual hay 4 millones de personas que trabajan pero que no acceden al crédito y se empobrecen no por no tener trabajo sino por no contar con tecnología.
- Y que se masifique o no depende del papel que asuma el Estado
- Es el punto central, porque el sistema de microcrédito es caro, hay que cobrar cada quince días cuotas de $ 50 y para un banco es inviable por el costo operativo que tiene. Por eso, el Estado tiene que aliarse con instituciones que trabajen con este sistema y subsidiar la tasa para lograr una tasa de interés del 6 por ciento.
Como esto no ocurre la persona que necesita el dinero va a Crédito Ya, o Crédito Fácil, que cobran un interés del 80 por ciento anual, cuando no lo puede pagar le ofrecen más plata con una tasa del 120. Como consecuencia generamos otro problema: pobreza con endeudamiento.
- Ahora, ¿cuál es el papel que tiene que asumir la banca privada o el sector privado que dentro de sus acciones de RSE tiene sistemas de microcrédito?
- Yo creo que lo que deben hacer es dar créditos a las instituciones que llegan a los barrios. Y habría que generar fideicomisos o fondos de este tipo que operen como segundo piso.
- Tenemos 900.000 jóvenes que no estudian ni trabajan ¿cómo se revierte esta situación? ¿Ayuda tener un sistema educativo flexible como Brasil?
- Si, seguro. Nuestro sistema educativo es rígido, con lo cual el chico vuelve donde dejó, algo inviable porque el mismo sistema lo termina expulsando. Ahora, la única manera de revertir esta situación es incorporarlos al mundo laboral, y para lograrlo necesitas dos cosas, por un lado, generar una red de 20.000 tutores que los ayuden porque el problema más difícil para ellos es ir a trabajar, no tienen la cultura del trabajo; y por otro, que las empresas los tomen y la única forma de que lo hagan es que haya un incentivo fiscal fuerte.
- ¿Cuán lejos estamos de esto?
- Me parece que hay buenos programas, por ejemplo El mejor trabajo para jóvenes, pero el tema es que falta tomar escala. Tenemos que entender que la situación actual no se resuelve con pruebas pilotos, con becas o con algún entrenamiento o capacitación. Hay que tomarlo como problema de Estado, como el problema más grave que tiene el país, algo que aún no sucedió, incluso estamos lejos de entenderlo y el tema se va a complicar.
- Y deviene en algo peor...
- Deviene en inseguridad, en violencia, en informalidad económica. El chico está en la calle, consume, tiene problemas de salud, educación y endeudamiento. Todos temas que tiene que ver con falta de oportunidades laborales. Nosotros tenemos que inventar oportunidades laborales con vínculos con el sector privado para los jóvenes, ellos deben ser la prioridad, sobre todos los que no estudian ni trabajan.
- ¿Cuál es el monto que se necesitaría para comenzar a trabajar?
- Se necesita de un gran Plan Marshall para rescatar a los jóvenes, unos $ 1.500 millones por año, para arrancar, y hoy contamos con $ 100 millones. Sin embargo, los recursos están, con lo cual no es un problema de caja, sino de prioridades. Por eso creo que hay que concientizarse que acá hay un problema de mayorías que se resuelve en gran escala, y la gran escala requiere de una gran política en la que todos los sectores estén involucrando liderados por el Estado. No sirven, lamentablemente, hacer programas aislados.
- ¿Qué papel juega la cultura empresarial?
- Creo que en la cultura empresarial en la Argentina hay mucho por hacer, por repensar, hay que crear espacios de diálogos, poner prioridades. Y la prioridad mayor es que dentro de cinco años no tengamos 900.000 jóvenes entre 16 y 24 años que no estudian ni trabajan. El sector privado debe tener un rol en eso junto con el Estado.
A su vez, veo un sector privado con ganas de trabajar en esta interacción, si bien por mucho tiempo se dio este alejamiento estamos ante una renovación de la clase política y una renovación de la clase dirigencia sindical y empresarial. Y si bien desde afuera no parece que se esté dando, hay un cambio.
Logros de gestión
Si se tuvieran que enumerar de manera rápida los logros más significativos de Daniel Arroyo en su paso por la función pública se podría decir, sin temor a equivocarse, que uno de sus mayores triunfos fue instalar la idea de que el área social debe estar orientada a lo productivo, hay que dar crédito, hay que hacer evaluación de mercado y planificar. El Plan Manos a la obra es un claro ejemplo de esto.
Otro triunfo que obtuvo en la provincia de Buenos Aires fue lograr que 800.000 madres que recibían bolsones de alimentos tengan una tarjeta de débito, que además de romper todo el tema del clientelismo, es una forma de mejorar la política social y de mover la economía local. Y por último, haber comenzado con el programa de universalización de las asignaciones familiares, en la provincia de Buenos Aires, que lo que hizo fue que las madres que tienen chicos menores de 6 años puedan cobrar asignación familiar, algo que sólo cobraban las que tenían un empleo formal.